SOCIEDAD

El sobrecargo en una cuenta que escandaliza a Italia: “Es una barbaridad”

Una pareja que había compartido un bocadillo en un bar junto al lago Como, en la región italiana de Lombardía, pagó dos euros más en la factura final al pedir que se lo cortaran por la mitad.

Si unas vacaciones pueden leerse en formato Polaroid, agarrando las imágenes como aquel que parece poner peso a los recuerdos, una cena puede analizarse a través de la tinta de un ticket. La enumeración de los platos consumidos, el día, la hora, el nombre del camarero, si debajo aparece un ¡gracias por venir! o si alguna anotación se ha hecho con bolígrafo después de ser impresa, son algunas de las pinceladas que permiten hacer el diagnóstico final de la comida.

Y esta valoración final puede ser muy buena, buena, mala o “una barbaridad”, que es como señalan desde Italia la factura que recibió una pareja tras consumir apaciblemente un bocadillo, una coca cola, agua y un café. El motivo no está entre ninguna de las consumiciones mencionadas, pero a la vez sí. Se trata de un cobro con pocos precedentes: dos euros por cortar el bocadillo. Como se lee.

“Nos tomó algo de tiempo y debe ser pagado”

Todas las historias tienen un comienzo, y el de esta tiene lugar en la tranquila región de Lombardía, en Italia. Concretamente, en el lago de Como. Este había sido el lugar seleccionado por dos turistas, pareja sentimental, para disfrutar de los primeros rayos de luz del verano. Era un 18 de junio. Qué mejor forma que disfrutar que la gastronómica, debieron pensar. Y se dirigieron al Bar Pace.

No se conocen los pormenores de la comida, su sabor o el grado de conformidad que tuvieron para con la elaboración. Todo ha quedado eclipsado por una cuenta que a primera vista tenía algo mal. Pero no. Estaba todo correcto. “Diviso a meta”, por dos euros. La explicación la aportó Cristina Biacchi, la dueña del local: “cortarlo a la mitad nos tomó algo de tiempo y el trabajo debe ser pagado”.

La conversación debió ser propia de una tragicomedia. El cliente insistía en que pensaba que vendría cortado el sándwich, mientras que Biacchi rebuscó entre las extrañas complejidades que existen en cortar algo por la mitad: “tuvimos que usar dos platos en lugar de uno y el tiempo para lavarlos se duplicó. Y luego dos manteles individuales”. Que es como si dijera ‘un euro más por el mantel y otro por lavar un plato’. Y lo que probablemente escuchara la pareja es ‘ahí están vuestros dos euros’.

Y cada uno se fue por su lado. Ellos con su descontento y ella con sus dos euros. Según la Repubblica, Biacchi se ha erguido como una especie de defensora de aquellos dos euros, la moneda mejor cobrada y más justa de la historia. Como si de un mafioso de la Cosa Nostra se tratase, de esos que encañonan susurrando aquello de ‘son sólo negocios’, la dueña del tranquilo café junto al lago Como ha desvelado sus últimas palabras a sus intranquilos clientes: “si hubierais dicho algo de inmediato no habríais pagado este suplemente. Y nada de esto hubiera pasado”. Si la pareja sacó alguna instantánea con su cámara Polaroid de aquel sándwich, ya se sabe dónde ha acabado.

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