SOCIEDAD

El hombre que repartió ‘El Gordo’ sin tenerlo y acabó en la cárcel por estafar 1.150 millones de pesetas

Vendió más papeletas de las que le correspondían y tras una confesión con un sacerdote destapó su propia estafa.

Eduardo ParraEuropa Press

La Lotería de Navidad, más que un sorteo, es un acontecimiento que cada año reúne a miles de personas que anhelan, aunque sea un pequeño premio, para poder compartirlo con sus seres queridos. Para nuestro país, este es siempre un día especial y sobre todo de felicidad, sin embargo, hace 38 en un barrio de Palencia más de un centenar de personas pasaron de la alegría a la incredulidad en cuestión de días.

El lunes 22 de diciembre del año 1986, el número 3.772 era el premiado con el primero de los premios que se reparte en el sorteo de la Lotería de Navidad, el conocido como “El Gordo”. Ese número repartió alegría por toda España, pero especialmente en Palencia. Allí los muchos vecinos compraron participaciones del número premiado en el bar del centro de la tercera edad del barrio. Lo que no sabían quiénes habían comprado esas participaciones es que realmente no tenían ningún valor.

Jacinto Sánchez Zambrana era el encargado del bar del hogar de la tercera edad de un barrio de la localidad palentina y aprovechó la venta de lotería del establecimiento, para estafar a sus clientes. Sánchez Zambrana había comprado 25.000 pesetas del número que posteriormente salió premiado en la administración de lotería número ocho de Palencia. Posteriormente, depositó los décimos en el banco y puso a la venta 300 papeletas con un valor de 500 pesetas cada una, que según el propio Jacinto Sánchez, logró vender unas 240.

El presidente de la residencia de mayores confirmó a la prensa por entonces que efectivamente él había sellado en primer lugar un talonario con 100 papeletas y posteriormente firmó otros dos más. Aseguró, además, que el mismo confiaba en Jacinto y no dudaba que esas papeletas correspondían a décimos de lotería.

El sorteo extraordinario de lotería fue un lunes y durante ese día el bar se llenó de alegría y fiesta al verse ganadores de “El Gordo”. Sin embargo, dos días después, el estafador se entregó a la policía de manera voluntaria y confesó el delito.

La confesión con un cura le hizo reflexionar

Cuentan las crónicas de la época que Jacinto Sánchez acudió a confesarse con un religioso y tras una larga conversación le contó la estafa que había cometido. El clérigo le recomendó entregarse y fue él mismo quien avisó a la policía para informarles de que Jacinto se entregaría sin oponer resistencia.

El encargado del bar finalmente pasó a disposición judicial y fue condenado a prisión por haber cometido una estafa valorada en 1.150 millones de pesetas. Fueron cientos de personas las afectadas que de un momento a otro pasaron de la felicidad a la incredulidad. “Ya decía yo que los pobres no podíamos tener tanta suerte”, comentaban los vecinos.

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