CATÁSTROFE

“Como limpiar arena en el desierto”

Los pueblos arrasados por la DANA prácticamente tienen que nacer de nuevo. El lodo lo cubre todo. Cada calle es una escombrera, con pirámides de muebles embarrados, con innumerables coches apilados.

Associated Press/LaPresse Manu FAPN

“Eh chavales, ¿queréis ayudarnos?”. La petición es de un bombero de Tarragona, que como sus siete compañeros que le dieron el ‘ok’ tras su mensaje al grupo de WhatsApp, cogió sus bártulos, una bomba de agua del retén y viajó a Valencia por iniciativa propia. “Estábamos esperando que los políticos se aclarasen... pero no lo hacen, teníamos el fin de semana libre y no podíamos quedarnos en casa sabiendo lo que está pasando”. El buen samaritano se llama Jordi, unos cuantos años más joven que el ‘chaval’ que escribe, que nunca había sujetado una manguera y no vean lo que pesa.

Estos bomberos de Tarragona están achicando agua de un aparcamiento público de Picanya, que seguía completamente inundado cinco días después del tsunami que arrasó con todo en la comarca de L’Horta Sud. “Aquí seguro que nos encontramos algún cadáver”, comenta con resignación, a sabiendas de que el aparcamiento estaba abierto cuando se desbordó el Barranco del Poyo, pared con pared del sótano en el que se acumulan los coches. La colaboración la piden para ayudarle a mover la manguera por la calle y así aprovechar el agua para retirar el barro que oculta la rampa. Ellos, los profesionales de emergencias, saben aprovechar los recursos, ellos saben lo que se llevan entre manos, ellos son vitales tras la catástrofes, tienen aguante entre tanto drama y todos ellos quieren que les manden a Valencia.

Decenas de voluntarios, están participando en las tareas de limpieza de los municipios que se vieron afectados por las inundaciones.Rober SolsonaEuropa Press

El barro hace que los pies se peguen al suelo como el pegamento. El barro está en todas partes. Lo cubre todo. Del asfalto no hay noticias, ni de las aceras ni tampoco de la mayoría de farolas, bancos, papeleras, señales de tráfico... Las escobas con las que cargan desde su casa las miles, pero miles y miles, de personas voluntarias son para ese barro como tratar de pinchar un neumático con un palillo. De ahí que las palas, azadas y rastrillos sean objeto de culto y las bombas para achicar agua de los sótanos, auténticos tesoros que se ceden entre vecinos, porque si algo ‘bueno’ está demostrando esta catástrofe es que hay más gente buena que mala, aunque estos últimos también se están dejando ver con saqueos en comercios y robos en los domicilios sin puertas.

A todas esas montañas de lodo se le suman en cualquier calle por la que pasas unas pirámides de muebles, electrodomésticos, bicicletas, carritos de bebé, cuadros, tabillas de parquet... que los vecinos han retirado de sus casas, una infinidad de recuerdos de sus vidas que sienten tan lejanas tras la noche del 29 de octubre. Y coches, millares de vehículos tirados por las calles como colillas, destrozados, incrustados en fachadas de comercios y apilados por todas partes, algunos con un folio pegado con el teléfono del dueño o la dueña que ha tenido la suerte de encontrar los amasijos, porque los de muchos otros a saber dónde han ido a parar. Y la fotografía no es de un barrio ni tan siquiera de solo un pueblo. Son decenas los triturados. Es la imagen que se ve desde Utiel hasta Pinedo, separados por 90 kilómetros en línea recta. Y también de otros en Albacete y Cuenca, donde la DANA hizo estragos.

Una persona observa los coches amontonados.Rober SolsonaEuropa Press

De ahí que la presencia de los Servicios de Emergencia y del Ejército, que ya se nota en la mayoría de lugares devastados, sea tan necesaria. Ellos han puesto orden a la voluntad por ayudar en las tareas de retirada de escombros, en el reparto de alimentos. Los municipios requieren maquinaria pesada para las tareas de desescombros: grúas, camiones, palas, contenedores, bombas de agua... porque la basura se acumula por doquier, el olor a putrefacción le está ganando espacio al de la humedad y las secuelas en salubridad de la catástrofe ya preocupan entre los vecinos, una gente que se levanta cada día desde la fatídica noche del martes con una fuerza y ánimo admirable, pero que se retiran a descansar con una frustración entendible: “Esto es como limpiar arena en el desierto, aunque mañana cuando salga el sol, aquí te espero con la escoba”.

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