SOCIEDAD

Aparece el lagarto armadillo angoleño, desaparecido hace más de 100 años

Un grupo de científicos partió hacia Angola con el objetivo de comprobar si esta singular especie se había extinguido definitivamente

A veces, las cosas no desaparecen para siempre. Tan solo se van un rato. En el caso de este tipo de lagarto armadillo, ha sido un rato largo. 100 años, más o menos. Hacía tanto tiempo desde su último avistamiento que casi había adquirido una dimensión de leyenda. De cuento fantástico. Una criatura majestuosa y de rasgos excéntricos. Habitante silente y escurridizo de los recodos del salvaje paraje angoleño.

Un día de 1895 -siendo Angola el escenario, probablemente uno más bien caluroso- un luso llamado Jose Vicente du Bocage se encontró con un pequeño animal cuyo descubrimiento no había sido documentado hasta la fecha. Era, por hablar con llaneza, un lagarto raro. Dos rastros de manchas níveas que recorrían su cuerpo desde la cabeza hasta la cola lo diferenciaban claramente de sus parientes reptilianos.

No obstante, el inmenso lapso de tiempo que este esquivo pueblo ha permanecido oculto a la vista humana provocó que se perdiera casi cualquier rastro de su existencia. Tanto es así, que algunos lo creían extinto. Con la tarea de esclarecer el asunto, una misión de científicos internacionales partió hacia tierras africanas. Como quien busca el tesoro con un mapa ajado, trataron de hallar algún indicio de que el lagarto armadillo no estaba muerto. De que estaba, si eso, descansando.

100 años de soledad ¿buscada?

Y resultó que sí. Que estaba, efectivamente, de parranda. Porque, finalmente, la empresa concluyó con éxito redondo y absoluto. Las muestras recogidas por estos expertos han permitido trazar un mapa genético pormenorizado de este casi-armadillo escamado. La moraleja de la historia -si es que la hubiera- es que, a veces, la naturaleza se esconde. Pero no por ello se esfuma. Existe todo un reino invisible en los lugares que el ojo no ve.

Durante todas estas décadas, el lagarto armadillo de Angola, pertrechado orgullosamente con su doble raya blanca, ha caminado por los verdes y las rocas. Esquivando, quién sabe si aposta, a ese animal que a veces pisa demasiado fuerte los suelos que en realidad son de otros. Una historia más para los libros. Un redescubrimiento. Un diminuto hueco en el conocimiento fáunico que ha sido, por fin, rellenado.

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