POLÍTICA

Lukashenko rompe el silencio sobre su salud

El líder bielorruso se ha pronunciado acerca de los rumores sanitarios que rodeaban el silencio en el que ha sumido su presencia pública: “Si alguien piensa que me voy a morir, que se calme”.

PRESS SERVICE OF THE PRESIDENT Ovia REUTERS

El 9 de mayo Moscú estaba de celebración. Habían adornado con todo tipo de ornamentos una Plaza Roja que, al mismo tiempo, lucía demasiado vigilada como para asumir que la supuesta felicidad estaba exenta de peligro. Desfilaban militares y escuadrones. La grada observaba, manteniendo la compostura y forzando una mueca de felicidad y orgullo patriótico en recuerdo de la añeja victoria soviética sobre la Alemania nazi.

Entre los presentes se podía ver a un Alexander Lukashenko desorientado. Había estado días atrás en todas las portadas de periódicos por su cada vez más descarado acercamiento al Kremlin; a su amigo, el presidente ruso, Vladímir Putin. Lukashenko palidecía. No estaba bien. Terminó abandonando la ceremonia antes de tiempo. Desde entonces ha permanecido en silencio. Hasta ahora.

Una autoproclamada salud de hierro

Lo ha hecho con la retórica que se estila en Minsk. Dura, implacable. “Si alguien piensa que me voy a morir, que se calme”, ha garantizado, como si sometiera a una espectral lectura de mente a media Europa, durante una reunión con su gabinete sobre el sistema sanitario del país. “Eso no son más que discusiones ociosas en canales de mensajería instantánea y de Telegram”, dice; a lo que agrega, restando importancia y poniendo capas de acero a su autoproclamada salud de hierro: “¿Dijeron que tenía adenovirus? Un adenovirus. Eso no es nada”.

Todavía faltaba explicar el origen del silencio en el que ha sumido durante un mes su presencia pública. Y lo ha hecho; a medias. El férreo mandatario, tal y como ha recogido la agencia de noticias BeITA, ha achacado el mutismo sigiloso a una amalgama de síntomas acumulada, a su vez, por la imposibilidad de tratarse entre tantos viajes oficiales. Que no ha tenido tiempo.

Belarusian President Alexander Lukashenko visits Obuz-Lesnovsky training ground, where Russian troops are stationed in the Brest region, Belarus January 6, 2023. Andrei Stasevich/BelTA/Handout via REUTERS ATTENTION EDITORS - THIS IMAGE HAS BEEN SUPPLIED BY A THIRD PARTY. NO RESALES. NO ARCHIVES. MANDATORY CREDIT.BELTAvia REUTERS

“No me voy a morir. Sufrirán mi presencia durante mucho tiempo”, ha sentenciado. Una frase que tiene tintes premonitorios y autoritarios; pero cuyo tono nadie ha puesto en duda. Ni siquiera cuando surgieron las especulaciones. Tampoco cuando se canceló su asistencia a las celebraciones del Día de la Bandera el pasado 14 de mayo. Y menos aún cuando la excandidata presidencial bielorrusa, Svetlana Tijanovskaya, cuyo salto al palacio presidencial fue ahogado en un cóctel fatal de pseudodemocracia y presunto pucherazo, afirmó que la oposición bielorrusa debía estar preparada para “cualquier escenario”. Poca gente lo creyó.

En un intento por disipar los rumores, Lukashenko se dejó ver la semana pasada en el mando central de las Fuerzas de Defensa Aérea. Apareció con un vendaje en la mano, todavía visiblemente pálido, pero con esa mirada que, como el tono de las palabras que pronunció en su retorno, infunde autoridad y nervio frío. No ha lugar a sorpresas. En las calles de Minsk ya saben qué tipo de hierba nunca muere.

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