Las moscas confirman que hay un sexto gusto
A través de “moscas mutantes”, un equipo de científicos ha demostrado la existencia de un nuevo gen relacionado con la alcalinidad.
Los mamíferos distinguen, a través de receptores en la lengua, el sabor dulce, salado, amargo, ácido y umami. Sin embargo, podría darse el caso de que el ser humano no fuera capaz de detectar uno que otra especie, por su propia biología, sí. Así lo ha constatado un grupo de científicos en su última investigación. Es el caso de la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) y del sexto sabor: el alcalino.
Este gusto básico, propio de aquellas sustancias con un pH elevado, proporciona a esta clase de moscas una gran ventaja natural. Los animales no gozan de la función cultural que el ser humano asocia a la comida, de tal forma que se alimentan únicamente por necesidad y, en esa línea, se dejan guiar por el sabor para elegir qué llevarse a la boca. Los seres vivos se manejan en ambientes con un pH neutro, de tal manera que, para aquellos animales, como es el caso de las moscas de la fruta, que sean capaces de distinguir un nivel alto de acidez, también serán capaces de evitar con más facilidad comidas y entornos peligrosos.
Experimentos con “moscas mutantes”
Investigadores de la Universidad de California, de la Academia China de Ciencias y del Centro Monell de Sentidos Químicos han descubierto que algunos animales -además de la mosca, también se conocen algunas especies de escarabajo y se sospecha de los gatos- poseen receptores para detectar el sabor básico. El trabajo final, publicado en la revista científica Nature Metabolism, concluye con el hallazgo de un gen capaz de detectar la alcalinidad. Por su singularidad, ha sido denominado alka.
El estudio se ha realizado mediante la técnica de modificación genética CRISPR, creando moscas “mutantes” a las que les faltaba un gen concreto relacionado con los sentidos. Al exponer a estos insectos a dos gotas de agua, una con glucosa y otra, además, con sosa cáustica, observaron que las moscas “no mutantes” eligieron el dulce, mientras que aquellas que no presentaban el gen seleccionaban la otra opción. Es decir, las que podían percibirlo evitaron la alcalinidad.
Para asegurarse de que la elección de la gota no se debía a otro factor, complicaron el experimento mutando dos veces a las moscas, anulando por completo el sabor salado. Y el resultado seguía corroborando la primera hipótesis.
¿El ser humano también posee el gen alka?
Ahora, la pregunta se extiende al resto de seres vivos. Los receptores de las moscas funcionan con una lógica similar al de las personas: unas células detectan moléculas y envían al cerebro la señal correspondiente. Sin embargo, esto no tiene por qué hacer posible la conclusión del experimento en la raza humana.
En declaraciones a El País, el experto en fisiología molecular del comportamiento del Instituto Cajal (CSIC), Francisco Martín, asegura que los vertebrados no poseen el gen de las moscas, pero sentencia que “es de esperar que también pase en humanos”. Lo que sí supone este descubrimiento es la apertura de nuevas vías de estudio en el campo de los receptores básicos.