Acusan al “país en bancarrota” de Europa de su plan de 3,5 millones de euros para un parking de bicis de lujo
La ciudad de Sarre, oficialmente con la economía que más se ha contraído en Alemania, plantea construir un aparcamiento de bicis a 24 mil euros la plaza.
El estado más pequeño de Alemania, Sarre, tiene dos récords que no parecen encajar entre sí, pero está pasando de verdad: la economía se ha contraído más en términos reales que la de cualquier otro estado federado; y, a la vez, la capital del estado, Saarbrücken, está construyendo el aparcamiento para bicicletas más caro de Alemania, 24 mil euros por plaza. De bicicleta.
En Sarre se están sucediendo los acontecimientos económicos, cambios sociales, a un ritmo más pronunciado que en otros lugares del país. La economía está experimentando una caída aún más pronunciada que la del resto de Alemania, el producto interno bruto (PIB) disminuyó un 1,9 %.
Esta región lleva décadas lidiando con cambios estructurales, tanto de migración como de presupuestos ajustados; además, la industria siderúrgica no vive su mejor momento, los nuevos inversores siguen siendo escasos y las ciudades parecen haberse estancado en la modernización.
Pero con los fondos nacionales, la región sólo aporta 400 mil euros, se está construyendo un aparcamiento para bicicletas. Concretamente dos “torres para bicicletas” en la antigua estación central de trenes con un coste de 3,5 millones de euros. Tendrán entre diez y trece metros de altura, con fachadas de cristal o madera, cubiertas vegetales y un diseño urbano sostenible. El gobierno federal aporta 3,1 millones de esa cantidad. No hub tecnológicos, no plantas industriales.
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El enfado general llega porque habrá sólo 144 plazas de bicicletas, en lugar de las 250 planteadas inicialmente, a un precio de 24 mil euros cada una. Los vecinos afirman que por ese precio se podrían comprar un coche pequeño eléctrico. Según medios locales, el aparcamiento para bicicletas no resuelve ninguno de los problemas estructurales del Sarre. Se trata de un proyecto de prestigio que tiene más que ver con la ‘política simbólica’ que con un verdadero cambio hacia la movilidad sostenible.
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