El fundador de una dinastía

Si hay que buscar una fecha simbólica a la fertilidad española en el mediofondo, esa fue el 11 de agosto de 1984. José Manuel Abascal logró ese día en los 1.500 metros la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, un metal conquistado por detrás de dos gigantes como Sebastian Coe y Steve Cram. Aquella hazaña y la rivalidad que mantuvo con el otro gran atleta español de la distancia en esos años, José Luis González, fundó una dinastía de corredores que ha convertido los 1.500 en la prueba fetiche de nuestro atletismo. Fermín Cacho o Reyes Estévez, entre otros muchos, tal vez no habrían sido los mismos sin la semilla que sembraron Abascal y González. En la rivalidad entre ambos, Abascal fue un corredor listo, voluntarioso y muy sólido al que le faltaba, eso sí, velocidad punta en la recta final. Esa limitación condicionó su estrategia en la final de Los Ángeles. "Fue una carrera bonita, que intenté romper atacando relativamente pronto, porque yo era un motor a gasoil y tenía que correr así. En la recta final no disponía de la velocidad suficiente para decidir allí la victoria. Me aguantaron Sebastian Coe y Steve Cram, pero yo conseguí el bronce", recuerda el segundo medallista del atletismo español en unos Juegos (el primero fue el marchador Jordi Llopart en Moscú'80). Otro de los grandes del momento y de la historia, Ovett, se retiró en esa final. Este metal fue el punto cumbre de una carrera que no estuvo huérfana de éxitos. Abascal fue dos veces plata en unos Europeos en pista cubierta (1982 y 1983), bronce en los Europeos al aire libre (1982), plata en los Mundiales de pista cubierta (1987), bronce en los Juegos del Mediterráneo (1983), oro en los campeonatos Iberoamericanos (1983) y cinco veces campeón de España. Todo ello en 1.500. Fran Fermoso