Un pez rebelde

La reina de los 100 metros libre de mitad de siglo XX comenzó a despuntar en los Juegos que disputaba en casa, en Melbourne. En tres ediciones consiguió cuatro oros y cuatro platas y se convirtió, en 1962, en la primera mujer en bajar del minuto en esa prueba. Era 1956 y con sólo 19 años la australiana mantuvo una feroz lucha durante todo el año con su compatriota Lorraine Crapp. Ambas batieron varias veces el récord del mundo de los 100 metros libre pero, en la cita olímpica, Fraser se impuso. Juntas ganaron también el relevo y Crapp se llevó los 400 metros libre, donde Fraser consiguió su tercera medalla, una plata con sabor a éxito al no ser una distancia que dominase. Cuatro años después, en Roma, se convirtió en la primera nadadora en revalidar el título en los 100 metros. Pero no sólo llamó la atención por sus logros deportivos; se le consideró una rebelde por no acatar las directrices de su federación y protagonizó varios episodios controvertidos, como escaparse y no seguir el consejo de su país que le recomendaba no desfilar en la ceremonia de inauguración de los Juegos de Melbourne a pesar de competir el día siguiente o usar un bañador de la competencia del patrocinador de su equipo porque le parecía más cómodo. En esos juegos, EEUU arrebató a Australia la hegemonía en la natación femenina y solo Fraser consiguió el oro. Además, se estrenaba la disciplina de 4x100 estilos, donde obtuvo la plata; al igual que los 4x100 libre. Cuatro años después, poco antes de Tokio'64, se recuperó increíblemente rápido de un accidente de coche en el que falleció su madre y consiguió su tercera medalla de oro consecutiva en 100 metros libre, en 59.5 segundos, lo que suponía un récord olímpico. Su palmarés olímpico terminó con la plata de los relevos 4x100 libre de 1964. Tras su retirada, adelantada por su rebeldía, llevó la antorcha olímpica en la ceremonia inaugural de Sydney 2000. Clara Pardo / Javier Lujambio