Hicham El Guerrouj era un huesudo joven marroquí con aspiraciones de guardameta que recibía cada tarde la reprimenda maternal. De tanto revolcarse por la tierra soñando con paradas imposibles, llegaba a casa con la ropa muy sucia. Su madre le prohibió volver a jugar de portero. Por culpa de un exceso de coladas nacía el mejor mediofondista de la historia. A los 14 años probó con el atletismo. Sin ningún entrenamiento, Hicham llegó el segundo en una carrera en el colegio. De inmediato llegó la predicción de un técnico local, Mokhtar Ajaji: "Hicham, tienes la cualidad natural para ganar muchas medallas olímpicas". Necesitó tres Juegos, pero lo logró. Dos oros en Atenas'04. Hicham voló entonces sobre los brazos de Alá, al que siempre venera y responsabiliza de sus éxitos. Desde que el finlandés Paavo Nurmi lo consiguió en 1924, ningún atleta había alcanzado antes el doblete olímpico en 1.500 y 5.000. A su bronce en los Mundiales Junior de Seúl'92 le había seguido un ascenso glorioso. Comía terreno a sus rivales y se erigía como candidato a todo. Tras su oro en el Mundial en Pista Cubierta en 1995 y su plata al aire libre, Hicham era el favorito para dominar en el 1.500 de los Juegos de Atlanta'96. Rebasado el ecuador de la carrera, una zapatilla del argelino Morceli tiró por tierra sus aspiraciones y las de todo un país a su espalda. Morceli y Fermín Cacho driblaron su tropezón y alcanzaron el oro y la plata respectivamente, mientras las manos de Hicham no podían contener las lágrimas al entrar en meta. Cuatro años después, en Sydney, el destino, o Alá, como Hicham siempre sugiere, le deparaba otra decepción. Desfondado en la última recta del 1.500, el keniata Noah Ngeny adelantó a un Hicham que se volvía a quedar a las puertas del oro olímpico. La plata supo muy agridulce. Sin embargo, en Mundiales seguía sin rival. De 1997 a 2003 se subió las cuatro veces a lo más alto del podio, un hito en la historia del atletismo. Hicham no abandonó la prueba reina, pero divisó Atenas'04 como una ansiada opción de doblete. La paciencia que religiosamente había encontrado alcanzaría sentido. En el 1.500 venció en un sprint interminable al keniata Bernard Lagat y en el 5.000 se aprovechó del ritmo lento para imponerse a la estrella Kenenisa Bekele. La falta de motivación disfrazó de año sabático lo que convertiría en retiro definitivo en 2006. El guarda del centro de entrenamiento de Ifran, en plena cordillera del Atlas marroquí, ya no le ve sufrir en la pista. Hicham ya no estrena zapatillas cada mañana. Sin embargo, sigue conectando con el público, que mantiene la esperanza de que un día retome los tacos y con su confiada sonrisa les vuelva a hacer soñar. Fran Fermoso
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