A la dirección deportiva del Barça se le acumula la faena para este verano. Una vez más no será fácil conjugar la economía con los deseos futbolísticos.
Ni siquiera la derrota en el Bernabéu por 0-4 ante el Barça -el gran socavón de su temporada- consiguió afectar la confianza de un grupo mentalmente blindado.
El Barça se juega su pase a semifinales de la Europa League contra el Eintracht de Frankfurt, y no será fácil volar alto acostumbrados a la Champions.
A veces llegan partidos como el del miércoles en el Bernabéu, que traspasan los límites del espacio-tiempo y alcanzan una carga simbólica que alimenta el futuro del fútbol.
Cada partido de Busquets es una lección para los más jóvenes y en especial para Pedri.
Otro de esos ídolos malditos fue el Trinche Carlovich, mito que sobrepasa a su juego, inventor—dicen— del doble caño, el hombre que pudo ser el mejor y no lo quiso.
La competencia será saludable mientras todos tengan un número en la rifa de Xavi y puedan aportar frescura, y sería un error buscar el triángulo inamovible.
Entre otros errores, la etapa de Bartomeu se recordará por el desfile de laterales que no cuajaron, incluso en la banda izquierda.
Antes de cada partido los aficionados imaginamos lo que puede ocurrir.
Y lo que ha encontrado Xavi a su llegada al banquillo es un Barça inestable, viejo y a la vez joven, con pocos jugadores de media edad.
El fútbol femenino suele jugarse sin las marrullerías del masculino, tan influido por la picaresca y el teatro, algo que poco a poco el VAR está desactivando.
El Barça de Koeman ha superado la semana de los tres dolores con nota —dos victorias y una derrota— y sin embargo la sensación es que el equipo sigue sin jugar bien.
Han pasado dos meses desde su adiós y me sorprende con qué rapidez lo hemos asumido. Tras las derrotas recientes del Barça nadie se ha acordado de él.
El holandés volvió cargado de ilusión y le ha tocado vivir una de las etapas más dramáticas.
Nadie le discutía su calidad, pero era evidente que su fútbol no estaba hecho para el Barça.
Seguro que siguen existiendo, pero hoy el fútbol de élite los ha arrasado.
Qué surrealista puede ser a veces el fútbol. Hace un año, Messi quería irse del FC Barcelona y tuvo que quedarse, y ahora que pensaba quedarse, le obligan a marcharse.
Ahí está Joaquín, que anteayer cumplió 40 años y jugará una temporada más en su Betis: Pellegrini le está probando en el centro del campo.
El negocio del fútbol se ha salido de madre: nadie quiere perder su trozo del pastel, aunque esto conlleve el atropello físico de sus estrellas.
Igual así se disfruta mejor la esencia del fútbol: sin el ansia de defender unos colores, sin jugarse nada en la batalla, emerge el goce puro del juego.
Si analizamos ese primer año en su conjunto, como suelen pedir los directivos prudentes (y los productores de Hollywood), podemos pensar que no ha estado tan mal.
Busquets empezó la temporada con dificultades para adaptarse al doble pivote de Koeman pero ha acabado siendo un jugador básico en el Barcelona.
Tres años después, el FC Barcelona jugará una final de la Champions League y su popularidad, incluso en tiempos de pandemia, es mucho mayor.
En el calendario del fútbol las finales están escritas en rojo. Son días de emociones concentradas y a menudo sirven como excusa para tomar decisiones de largo alcance.
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