Volver al presente
El escritor Nick Hornby tiene un texto en el que habla del fútbol y el paso del tiempo. Según él, cuando un club está en crisis y el balón no quiere entrar, los aficionados malviven sin presente, atrapados entre el pasado y el futuro, entre la memoria y el deseo: por un lado, miran hacia los viejos tiempos gloriosos y por el otro centran su esperanza en los fichajes que vendrán. En cambio, los equipos que saben vivir en el presente de su juego son unos privilegiados. Hoy en día, es cada vez más difícil que alguien pueda sostener el éxito durante varias temporadas, pero un buen ejemplo fue el Barça de Guardiola, Tito Vilanova y Luis Enrique, que vivió más de una década en una inmediatez armónica. Luego vino Bartomeu y, con sus malas decisiones, el equipo fue perdiendo un calcetín en cada colada.
Ahora la llegada de Xavi al banquillo, arropado por el recuerdo de ese gran fútbol y como garante de las esencias azulgranas, busca también corregir esa actitud entre nostálgica y fantaseadora. Se trata de instalarse en el presente con lo que ha encontrado. Y lo que ha encontrado es un Barça inestable, viejo y a la vez joven, con pocos jugadores de media edad. Sobreviven algunos de los pilares del éxito —Piqué, Busquets, Alba— y a su lado emerge una generación nueva, que casi no sabe lo que es jugar junto a Messi. Entretanto esta es la paradoja: mientras los de Xavi tienen que afrontar partidos cruciales, el aficionado del Barça se relame pensando en el día en que todo ese talento podrá coincidir en el campo, sin lesiones de por medio.
Forzados por las circunstancias, los Araújo, Pedri, Gavi, Nico, Ansu Fati y Eric Garcia han pasado en poco tiempo de ser futuro a convertirse en un ensayo de realidad. Como contrapunto, el fichaje de Dani Alves puede ser un intento de equilibrar la balanza desde la experiencia del pasado. Tras unos años sin expectativas, pues, Xavi gusta a los aficionados porque les puede retornar a un presente reconocible, con sus dudas y sobre todo con sus anhelos.