Alves y la máquina del tiempo
Dentro de unos días, Dani Alves se vestirá de nuevo oficialmente la camiseta del FC Barcelona. Cuando se marchó a la Juventus, en junio de 2016, el brasileño jubiloso contaba ya 33 años y parecía agotada su cuerda en el equipo de Luis Enrique. Ahora, un lustro más tarde, se diría que Xavi y Laporta lo recuperan sobre todo por su carga simbólica —como ejemplo de un equipo que lo ganó todo y de compromiso con un sistema de juego—, pero también como un conjuro contra los despropósitos que el puesto de lateral ha sufrido en los últimos tiempos en el Barça.
Entre otros errores, la etapa de Bartomeu se recordará por el desfile de laterales que no cuajaron, incluso en la banda izquierda, donde Jordi Alba lleva años sin recambio. La salida de Alves fue cubierta por Sergi Roberto, que enseguida se afianzó en el puesto, aunque siempre con la sensación de ser un arreglo temporal. Entretanto empezaba el casting: en años sucesivos llegaron (y se fueron) Aleix Vidal, Montoya, Semedo, Wagué y Emerson Royal el Breve, quien ahora triunfa en el Tottenham de Conte. En el flanco izquierdo también tuvieron su momento Lucas Digne y Junior Firpo, sin contar que en el Barcelona B habían crecido en esa posición talentos como Bellerín, Cucurella o Miranda, y se tuvieron que marchar sin poder demostrar nada.
Tras la salida de Puyol, Xavi e Iniesta, se creyó desde el club que había que replicar esos jugadores para seguir con la tradición, hasta entender que eran inimitables. Con Alves sucedió algo parecido, y si no pregunten a Messi cual era el jugador que más extrañaba a la hora de combinar (tuvo que cambiar esa dinámica de lado y empezó a asociarse más con Alba). Ahora, tras tanto despilfarro, Xavi dispone de dos laterales jóvenes, Sergiño Dest y Balde, aunque de momento generen dudas, sobre todo Dest. La lógica del tiempo nos dice que Alves solo puede ser un fichaje de presente y a corto plazo, pero a su vez representará un enlace entre pasado y futuro —como si él tuviera la llave de la máquina del tiempo.