Karma camaleón

A veces llegan partidos como el del miércoles en el Bernabéu, que traspasan los límites del espacio-tiempo y alcanzan una carga simbólica que alimenta el futuro del fútbol. Es cierto que el Real Madrid ha vivido muchas noches épicas, pero la reacción camaleónica del equipo a partir del minuto 61 —y en especial esos 18 minutos en los que Benzema cosió la remontada— debe verse casi como un capítulo de Stranger Things, un fenómeno sobrenatural que se desplegó ante los ojos incrédulos del Paris Saint-Germain y de millones de aficionados. Y aquí viene lo simbólico: como un oráculo de los dioses, esa victoria hará que Mbappé acabe eligiendo al Real Madrid.

Me recuerda a la remontada del Barça de Luis Enrique frente al PSG (6-1): fue la gran noche de Neymar, pero al día siguiente todas las portadas eran para Messi, y Neymar tuvo claro que su futuro estaba en París. Han pasado cinco años, casi día por día, de la debacle del PSG en el Camp Nou, y hoy los franceses viven otra depresión histórica. Con una diferencia: durante este lustro su presidente Nasser Al Khelaïfi ha intentado crear un equipo Frankenstein y el monstruo le ha salido sin alma. Ahora que las redes sociales han avivado el concepto del karma, bueno o malo, podemos ver la eliminación como un desquite por mal karma ante su política intrigante de incorporaciones a coste cero.

Empezando por el fichaje de Sergio Ramos, que debía darles a los franceses ese plus competitivo que le llevaba a ganar partidos in extremis, como el del miércoles. También llegó libre el portero Donnarumma, que con su fiasco cuando los franceses tenían el partido controlado facilitó el primer gol de Benzema. Más mal karma. Un centrocampista como Wijnaldum, birlado al Barça, podría haber dado la pausa necesaria al equipo, pero no jugó ni un minuto. Y luego, claro, está Messi con su tristeza de futbolista errante, crepuscular, perdido en un estilo de juego que le ignora. También él, quizá, entendió que es hora de irse con la música a otra parte.