Zidane parece que ha despejado algunas dudas sobre Bale, o Bale se las ha despejado, o el club ha ayudado a que los dos las despejen.
De Zidane se esperaba que este verano hiciera una revolución en torno a la llegada de Pogba y la salida de Bale y no sé cuántos más. Pero entrando ya en septiembre vemos el mismo equipo.
Lo malo es que empatas cerca del final y ni así recuperas la sonrisa. Es lo triste de este Madrid previsible de Zidane.
Ya no se trata del escrutinio a cada minucia ni de la presión propia de la competición ni de la obligatoriedad de ganar y gustar siempre, lo inmanejable de ser entrenador del Real Madrid es el fuego amigo.
Desde hace demasiado tiempo, la única manera de motivar a Gareth Bale es enfadándole. Pero tal vez Zidane debería cambiar y optar por ponerle una mano en el hombro.