La lotería del draft dejó a los Cavs fuera de la carrera por Zion Williamson. Ahora, las decisiones las tomará John Beilein, un entrenador rookie en la NBA... con 44 años de experiencia en los banquillos.
En Cleveland, mientras los Cavaliers eran zarandeados por los Warriors en el cuarto partido de las Finales 2018, el último y desajustado (4-0) capítulo de una rivalidad que ya es historia de la NBA, la ciudad rumiaba lo que para casi todos era el último vistazo a los grandes escenarios, la relevancia mediática y, por encima de todo, la irresistible figura de LeBron James, que estaba a semanas de anunciar una salida hacia L.A. que parecía cantada: hasta los hoteles subieron las tarifas más que en las Finales anteriores porque era "la última vez en mucho tiempo" en la que se iban a ver ante una oportunidad semejante.
Se fue LeBron, y atrás quedó Cleveland, esta vez sin rencor tras una despedida madura y con el anillo de 2016 como recuerdo imborrable de una unión que era muchísimo más trascendente que el color de una camiseta de baloncesto. Tras él, y su grito de "esto es para ti, Cleveland" en el corazón del Oracle Arena tras consumar la mayor remontada de la historia de unas Finales (19 de junio de 2016), quedaron los vestigios del equipo del milagro en un bloque hecho de mucho pasado y un poco de futuro, sin nada de presente. Tyronn Lue solo duró seis partidos (0-6), y la temprana lesión de Kevin Love, que había firmado una extraña (para la franquicia) extensión de 120 millones por cuatro años nada más irse LeBron, borró cualquier rastro de un plan inicial que pasaba por intentar competir hasta donde se llegara con los veteranos que quedaban a bordo.
El general manager Koby Altman (36 años) comenzó el sordo proceso de demoler una estructura de pronto anacrónica para ir amasando assets (picks, contratos tóxicos...), los renglones de la reconstrucción. Así fueron saliendo, en un buen trabajo de despachos, Kyle Korver, George Hill, Sam Dekker, Rodney Hood y un Alec Burks que habían llegado en el trade por Korver y que dejó dos picks (entre ellos, la primera ronda de 2019) por menos de tres meses de servicio. No hubo forma de colocar el contrato de JR Smith y, en la pista, Larry Drew trató de limar las diferencias entre veteranos y jóvenes, básicamente un Cedi Osman convertido en titular y un Collin Sexton que fue descuartizado por la opinión pública en sus primeros meses en la liga pero mejoró después, sobre todo a partir del All Star. Llevaba en los hombros la decepción de una franquicia que había conservado su pick (de los Nets) contra viento y marea para acabar en un 8 que le dejó fuera de la carrera por los Ayton y Doncic.
Los Cavs fueron la peor defensa de la NBA, tuvieron lesiones y problemas extradeportivos y acabaron con 19 victorias, solo mejor que los Knicks, pero otra vez sin suerte en esa lotería que tanto les dio en el pasado (tres números 1 en cuatro años, 2011-14) y que esta vez les mandó al 4 en un año en el que casi todo el mundo hablaba... de tres jugadores (Zion, Morant y Barrett). Fue, en definitiva, un año para terminar de pensar en el pasado antes de, definitivamente, empezar a mirar al futuro. En ese sentido, tal vez fuera terapeutico y, aunque solo sea por eso, necesario.
Koby Altman, un ejecutivo joven que tuvo que lidiar (glups) con el final de la segunda era LeBron, ha contratado a John Beilein, un entrenador rookie en la NBA... de 66 años y con 44 de experiencia en los banquillos, los últimos doce en la Universidad de Michigan. Los Cavs ya apostaron en su día por David Blatt (no salió bien) y pensaron esta vez en Messina, Jasikevicius o el español Jordi Fernández (ex de la casa que ahora trabaja en Denver Nuggets). Con Dan Gilbert como dueño, siempre han sido creativos en su búsqueda de entrenadores, sin aplicarse aquello de que más vale malo conocido que bueno por conocer. Beilein asume un reto, desde luego, con una filosofía de equipo por encima de todo y una reconocida capacidad para desarrollar talento y maximizar recursos. Tal vez, veremos, lo que necesitan unos Cavs lanzados irremediablemente al pantano de la reconstrucción.
El futuro no pasa por el último vestigio de los campeones, Kevin Love y Tristan Thompson (que podrían ser traspasados) una vez cortado, a falta de ofertas por él, JR Smith. El escolta, que jugó su último partido el 19 de noviembre, se fue antes de que quedaran totalmente garantizados sus 15,7 millones de salario. En marcha hacia el fin de sus contratos ahora inservibles y de camino a un irremediable movimiento joven, los Cavs amasaron tres primeras rondas de draft invertidas con el riesgo de quien busca la wildcard sin nada que perder. Con el número 5, escaso premio a sus 63 derrotas, ha llegado Darius Garland, un talento de apariencia descomunal, al estilo Damian Lillard, pero una enorme incógnita: solo jugó cinco partidos en Vanderbilt antes de sufrir una lesión de menisco. En ellos sumó 15 pérdidas por 13 asistencias... pero dejó aroma de líder y anotador especial, con un rango de tiro inacabable. Su elección duplica el riesgo al ser otro base un año después de dar el número 8 a un Collin Sexton que, pese a sus progresos como rookie, puede pasar de futuro a pasado por la vía rápida. Tal vez parta como titular, pero este tendría que ser el equipo de Garland, o ese es el plan, y su rol pasará a ser de sexto hombre salvo que (dos bases pequeños y felices acumulando balón y ejecución) Beilein les enseñe a jugar juntos... o los Cavaliers le acaben enseñando el mostrador del mercado.
Después del impacto de Garland, los Cavs eligieron con el pick de los Rockets (26) a Dylan Windler, un alero de Belmont (desde donde solo había llegado a la NBA Ian Clark) con recursos para anotar y facilidad para rebotear que tendrá que ganar músculo para competir con Osman por la titularidad. Y con el 30, de los Pistons heredado de los Bucks, a Kevin Porter Jr, un fascinante proyecto de escolta anotador con más físico que cabeza, al que algunos ven con talento de lottery pick y actitud de jugador de Liga de Desarrollo. Suspendido, por ejemplo, en USC por enfrentarse a su entrenador nada más volver de una lesión (solo jugó 21 partidos en college). Sin nada que perder y en el cierre de la primera ronda, los Cavs apostaron por ponerle en las manos de Beilein y en un proyecto en el que, desde luego, la mirada esta puesta en el medio plazo. Como poco.
En la pista, los Cavaliers volverán a ser (deberían) uno de los peores equipos de la NBA. Pero en los despachos, Altman tiene la oportunidad de hacer mucho ruido y acumular riqueza futura con alguno de sus contratos en último año. En todo caso, dentro de una temporada desaparecerán de las cuentas Tristan Thompson, Jordan Clarkson, Dellavedova, Henson y Brandon Knight. Kevin Love, en finísima ironía el superviviente de un big three (Kyrie-LeBron-Love) del que tanto le costó formar parte, podría irse a cambio de, eso sí, un retorno de primera magnitud. Por ahora no se avista pero las temporadas, y sus entresijos competitivos, crean sorprendentes socios en los despachos.
Beilein tendrá tiempo y discreción para extraer conclusiones sobre qué hacer con Garland (a priori y en el escenario diseñado por los Cavs, el próximo jugador franquicia) y Sexton, sobre si Osman o Windler son el alero titular del futuro, Kevin Porter tiene cabeza de profesional o Ante Zizic coraza de pívot-ancla en la NBA. Escondido ahí, todavía con muchas dudas y muy pocas certezas, está el primer vestigio de los próximos Cavaliers mientras su termina de agotar el ya amortizado final de los anteriores. El equipo que hace ya más de tres años logró el primer título en la historia de la franquicia y el primero en 52 años para el deporte profesional de Ohio. El equipo de LeBron James.