Un 50% de victorias y una eliminación en primera ronda de playoffs: una foto fija que define a un equipo en tierra de nadie y que trata de encontrar su lugar en el nuevo Este.
Los Pistons son un histórico en el limbo. Van quedando cada vez más atrás las seis finales de Conferencia seguidas de la pasada década (2003-08) pero, por suerte, también el fallido proyecto liderado por Jeff Bower y un Stan Van Gundy que no dio una en la MoTown. Los Pistons terminan este año, casi un hito simbólico en la actual reconfiguración de la franquicia, de pagar a Josh Smith, que se llevará 5,3 millones de dólares aunque jugó por última vez con la camiseta de los Pistons el 21 de diciembre de 2014. En la última década, solo dos visitas a playoffs con dos derrotas por la vía rápida (4-0 contra Cavs y Bucks). Y la pasada campaña un salto de 39 victorias a 41 y un octavo puesto del Este que valió el pase a unas eliminatorias a las que Blake Griffin llegó lesionado. Jugó 58 minutos en dos partidos mientras su equipo era borrado del mapa sin miramientos por los Bucks.
En el 50% de victorias, fuera en primera ronda sin apenas rechistar y con un net rating ligeramente negativo (-0,3). Es una foto fija bastante fiable de lo que fueron unos Pistons sin embargo confusos, que pasaron por ejemplo de un 12-7 entre octubre y noviembre a un 10-21 entre diciembre en enero y, de ahí, a un 17-9 entre febrero y marzo. Problemas de lesiones, quebraderos de cabeza para encontrar fiabilidad en el tiro exterior y una profundidad tan escasa que cualquier problema físico era un jaleo, un drama cuando afectaba a la pareja que forman, como eje del equipo, Andre Drummon y un Blake Griffin que jugó a un nivel excepcional pero acabó lesionado tras disputar 75 partidos de Regular Season, su mejor marca en un lustro. También en su mejor cifra anotadora (24,5) tras convertir, en plena madurez (29 años), 189 triples con un 36% de efectividad. Lanzó 522 cuando en toda su carrera anterior acumulaba 1.112.
Dwane Casey llegó desde Toronto tras ser proclamado Entrenador del Año al mando de unos Raptors que ya sin él, pero con Kawhi Leonard, fueron campeones a las órdenes de Nick Nurse, hasta el pasado verano su asistente. Aunque intento poner sello Casey, sensatez y solidez, sus primeros Pistons fueron un equipo irregular y generalmente mediocre, demasiado justito incluso en un Este otra vez flojo en su clase media y que alargó un año más una travesía por el desierto a la que, parece, todavía le queda algún capítulo.
Los Pistons vieron como Sekou Doumbouya caía hasta su pick 15 del draft y, aunque a priori necesitaban jugadores más capaces de contribuir a corto plazo, no perdieron la ocasión de hacerse con un jugador, francés de origen guineano, que no cumplirá 19 años hasta diciembre y que (jugaba en el Limoges) está lejos de ser una pieza de rotación fiable pero tienes unas trazas físicas y un margen de crecimiento que le pueden convertir en algo muy parecido a lo que es Pascal Siakam, Jugador Más Mejorado de la última temporada y pieza esencial en los Raptors campeones. Después, también el draft, traspasaron a cambio de cuatro segundas rondas el pick 30 que invirtieron los Cavs en Kevin Porter Jr (tal vez una futura estrella, tal vez un jugador sin sitio en la NBA) y que habían obtenido de unos Bucks desesperados por soltar el contrato de Tony Snell. Desde el punto de vista de los Pistons, un buen movimiento inicial para deshacerse de los últimos 9,5 millones que debían a Jon Leuer y un extraño remate, con esos cuatro picks de segunda ronda en el zurrón.
En busca de una visión clara de lo que será su futuro, estos nuevos Pistons de Ed Stefanski (presidente de operaciones y general manager) van al menos con tiento para no repetir errores pasados y han tratado este verano de mejorar la longitud de su plantilla sin arruinar su flexibilidad económica a medio plazo. En ese sentido, no parecen para nada un mal negocio las llegadas de Derrick Rose (2 años, 15 millones), Marfieff Morris (2x5,8) y, con contratos mínimos, Chritian Wood y Tim Frazier. Ni parecen un drama las salidas de Ish Smith, Leuer, Glenn Robinson, Wayne Ellington, Zaza Pachulia y José Calderón.
Otra vez, no hay motivos para pensar en un despegue sorprendente ni en un hundimiento absoluto... siempre y cuando acompañe la salud, un tema crucial en un equipo tan fiado de Blake Griffin y de un Reggie Jackson que jugó los 82 partidos la temporada pasada y que ha tenido un verano sin contratiempos físicos por primera vez desde que está en Detroit y justo cuando, en último año de contrato, se acaba inevitablemente (o eso parece) la etapa en la franquicia de un jugador que, lesiones al margen (si es que es posible) ha sido un constante sí pero no. Casey, a priori y si va todo bien, tendrá más rotación y más flexibilidad y los Pistons aspirarán a caer otra vez casi por inercia en playoffs.
En el medio y largo plazo, parece más importante que aflore la que tenga que ser una personalidad más definida de estos Pistons, que pueden moverse en el mercado invernal y que deberían estar muy atentos a cualquier rumor de divorcio entre, sobre todo, Bradley Beal y los Wizards. Mientras, el eje Jackson-Griffin-Drummond será otra vez el motor del equipo, con el ala-pívot como mejor jugador a una distancia sideral del resto y con dudas en una rotación que debería ser mejor por fuera (Derrick Rose y Frazier mejoran mucho a Ish Smith y Calderón) y que tiene a Markieff Morris como única certeza por dentro, con las habituales dudas que genera Thon Maker y esperanza en un Christian Wood que despuntó en el final de temporada, ya con los Pelicans y tras no contar en Milwuakee.
A la espera de saber qué rol tendrá Doumbouya, si se le lanzará ya a la rotación o se le mimará lejos de los focos, la otra clave para que los Pistons sean el mejor equipo posible está en los jugadores de segundo y tercer año: Svi Mykhailiuk, un Bruce Brown que debería ser el escolta titular (con Tony Snell de alero) gracias a su capacidad defensiva y sobre todo un Luke Kennard que puede ser un tirador extremadamente útil, como mínimo, una vez que se deje atrás el hecho inamovible de que fue elegido (número 11) dos puestos por delante de Donovan Mitchell. Precisamente eso, olvidarse del pasado reciente, es uno de los objetivos de unos Pistons que apuestan por la sensatez y, por ahora, por la practicidad. Si es con más o menos ambición, lo sabremos durante esta temporada y en función de cómo vayan las cosas en las pistas... y en el mercado.