En un verano de convulsión y movimientos dramáticos, los Nuggets han apostados (otra vez) por la continuidad y el crecimiento desde dentro. Y por lo que sabemos, funciona.
Los Nuggets fueron el mejor equipo de la NBA como local (34-7), una combinación de las dificultades que su cancha implica por la altura de Denver (la Mile High) y unos viajes largos casi desde cualquier punto con el estilo uptempo de Michael Malone, que en cuatro años en el equipo ha ido aumentado progresivamente las victorias temporada tras temporada: heredó 30 y ha ido sumando 33, 40, 46 y 54.
En 54-28, los Nuggets fueron el cuarto mejor equipo de la Regular Season, segundo del Oeste por detrás de los Warriors, y el único del Oeste en el top 10 de la NBA en eficiencias defensiva y ofensiva. Y todo con un roster en el que ocho de los doce principales tenían 25 años o menos y que se transformó, sobre todo en defensa, con el 99% de los minutos jugados por el mismo bloque que en la temporada anterior y con una edad media que rozaba esos 25 años y que era la quinta menor de la NBA. Nikola Jokic se convirtió en el primer all star de la franquicia desde 2011 (Carmelo Anthony) y los Nuggets llegaron a los playoffs como uno de los mejores equipos de toda la liga...
... y allí se estamparon contra los Blazers en un séptimo partido horrible en su pista, cuando lo tenían todo a favor para meterse en la final del Oeste después de haber ganado (4-3 a los retorcidos Spurs) su primera serie de playoffs en una década. Esa noche fatídica en Denver, agotados en su partido 14 de eliminatorias (incluido uno con cuatro prórrogas ante los Blazers en el que Jokic jugó 65 minutos), fueron fulminados por la personalidad de McCollum (37 puntos) y por sus nervios: 37% en tiros, 0/13 en triples de todos los que no eran Jokic (2/19 total), 7/31 en lanzamientos entre Jamal Murray y Paul Millsap...
Pero esa (muy dura) derrota no borró los obvios síntomas de madurez competitiva de un equipo que remontó a los Spurs y después a los Blazers, aunque murió a un paso de retar a unos Warriors sin Kevin Durant... que, eso sí, barrieron a los de Oregón rumbo a las Finales. Jokic se confirmó como uno de los mejores pívots pasadores de la historia y promedió (cumplió 24 años en febrero) 20 puntos con más de 10 rebotes y 7 asistencias con partido, en nivel de aspirante perenne al MVP, mejor en defensa (donde su fama empieza a ser peor que su rendimiento real) y duro y con madera de líder en playoffs, otra de las dudas que le rondaban. Jamal Murray, con sus picos y sus valles, empezó a asomar como segunda opción (cumplió 22 en febrero) y una plaga de lesiones en el primer tercio de la temporada permitió, a la fuerza ahorcan, alargar una rotación que se reveló muy profunda: Monte Morris, Malik Beasley, Torrey Craig, el buen primer tramo de Juancho Hernangómez... La temporada, en fin, fue un éxito rotundo para una franquicia a contraestilo con la actual NBA y que ha ido recogiendo de forma meticulosa lo sembrado durante los años anteriores. Ese, fuera de la ruta de los mejores agentes libres, es su libro de estilo. Y está funcionando.
En un Oeste en el que ha imperado el drama y la revolución y en el que, con unos Warriors de perfil más bajo, es difícil reorganizar las jerarquías antes de que la bola vaya al aire, los Nuggets (palabra de su presidente de operaciones Tim Connelly su general manager Arturas Karnisovas) han dado especial valor a la continuidad: ejecutaron la player option por 30,5 millones para mantener un año más a un Millsap de 34 años que, lesiones al margen, es un pegamento esencial en un equipo joven e inclinado al vértigo ofensivo. Después, invirtieron casi 170 millones para asegurar una extensión de cinco años para Jamal Murray. Un contrato que parece excesivo ahora, pero que no lo será si el base canadiense sigue con su progresión y perfecciona su química con Jokic, con el que juega un pick and roll que empieza a tener marca registrada. Murray elevó al equipo en momentos heroicos y patinó en otros terribles en playoffs, pero tiene 22 años, está ya en 18 puntos y casi 5 asistencias por partido y es, con Jokic convertido en valor seguro, el jugador que puede liberar una versión casi imparable en ataque de estos Nuggets si da otro paso al frente. Esa es la apuesta que explica la millonada que le han dado en las Rocosas.
Sin bajas sensibles (Trey Lyles, un Isaiah Thomas que sumó otro fiasco en su trayecto post lesión...), los Nuggets aprovecharon la convulsión en los Thunder para llevarse, por la primera ronda con protección top 10 de 2020, a Jerami Grant, un jugador perfecto para jugar de ala-pívot en estos Nuggets de Malone y Jokic. En una zona de la rotación muy poblada (tres-cuatro), puede acabar siendo el jugador más importante: con 24 años, respondió como titular con 13,6 puntos, 5,2 rebotes y un 39% en triples que redimensiona a un jugador perfecto para recibir en campo abierto los pases de Jokic y para elevar el tono y la versatilidad defensiva del equipo.
Además, los Nuggets se metieron en un draft al que llegaron sin picks (su primera era de los Nets y la segunda la habían soltado en 2017 por... Roy Hibbert) y recibieron de los Heat, por otra segunda y dinero, un pick 44 que invirtieron en Bol Bol, un misterio que apuntaba a top 15 antes de lesionarse en Oregon después de solo nueve partidos en los que promedió más de 21 puntos, 9 rebotes y casi 3 tapones con un 52% en triples. El hijo de Manute Bol, un jugador de culto en las redes sociales, tiene 19 años, mide 2,18 y arrastra dudas sobre su físico y su compromiso con la parte más fea del juego. Pero puede ser otra wildcard, a cambio de casi nada, para unos Nuggets que ya apostaron en 2018 por dar su pick 14 a Michael Porter Jr, un talento que apuntaba a número 1 lastrado por una espalda en pésimo estado. Con 21 años y con más de dos años en la mochila sin poder jugar partidos con continuidad (se quedó en tres en college, con Missouri), se pasó en blanco su año rookie y puede irrumpir en una rotación a la que daría un impulso tremendo si empieza a asomar el alero percutor que cuelga de esa maltrecha espalda...
Las casas de apuestas no dan nada por unos Nuggets que son el octavo favorito al título, sexto del Oeste (Lakers, Clippers, Rockets, Warriors y Jazz aparecen por delante). Los general manager, en encuesta de ESPN, se decantaban de forma masiva por los Clippers como finalista de la Conferencia salvaje. Los Nuggets son una opción poco llamativa porque han respondido a un verano de sobresaltos con la continuidad de los jugadores que sumaron el 92% de sus minutos la temporada pasada, por delante de todos los equipos (86% los Magic) y muy por delante de los primeros aspirantes con galones que asoman en ese ranking (77% Bucks, 74% Rockets...). La apuesta por un bloque que ha rizado el rizo de aunar competitividad y proyección de futuro puede no ser sexy en las cuentas veraniegas pero será una garantía en cuanto los equipos se pongan a jugar.
Es legítimo pensar que los Nuggets pueden perder algún paso ante el ascenso de otros equipos en el Oeste y mientras descubren si Jamal Murray (ahora que está a un año de empezar a cobrar como tal) es una segunda estrella de plenas garantías. Pero también lo es situarles como uno de los mejores equipos del Oeste, un aspirante al anillo y un equipo que puede ser todavía mejor que la temporada pasada, la de las 54 victorias y el billete a la final del Oeste a un pasito. Jokic tiene 24 años y Murray 22 y tanto Gary Harris como Will Barton y Paul Millsap sufrieron lesiones feas la temporada pasada. Grant dará impulso a una rotación en las alas en la que Juancho Hernangómez tendrá que pelear duro contra él, el posible aterrizaje de Michael Porter, los puntos de Barton, la defensa de Craig (cuyo puesto ideal está en el backcourt), el físico de Beasley... Los Nuggets, con la altura de Denver como eje de un infernal factor cancha, tienen márgenes de crecimiento obvios ya que fueron un equipo pobre en la selección de lanzamientos y muy malo en la acumulación de tiros libres (solo 7,3 por partido entre Jokic y Murray, un dato anómalo). Con pequeñas cosas, y el impulso de la madurez de sus individuos y de un grupo compacto, muy complementario y bien dirigido por Michael Malone, será suficiente. Con eso, y sin lesiones, los Nuggets pueden decir que están tan capacitados como cualquiera para ir a por todas. Y eso, como poder disfrutar cada noche del alma de artista de Jokic, es mucho, desde luego. Un año para creer.