Después de ganar 60 partidos, tener a tiro las Finales y encumbrar a Giannis, los Bucks van a por el título en una Conferencia Este sin Kawhi Leonard.
Fue una temporada de ensueño... hasta el 19 de mayo. Antes de ese fatídico día, los Bucks habían firmado una de las mejores campañas de su historia. 60 victorias (60-22) por primera vez desde 1981 (su récord son las 66 del mítico equipo campeón de la 1970-71), finalista del Este por primera vez desde 2001, y 2-0 en esa serie contra los Raptors tras sobrevivir en un durísimo primer partido y arrasar en el segundo (125-103). Por entonces, era un 10-1 en playoffs: 4-0 a los Pistons, un tremendo 4-1 a los Celtics con cuatro victorias seguidas (dos en el Garden de Boston) tras ser arrollado en su pista en el primer partido y ese 2-0 ante los Raptors.
Fue, además, la temporada que alumbró la era Antetokounmpo. El alero griego, con 24 años y en su sexto curso en la NBA, promedió 27.7 puntos, 12,5 rebotes, 5,9 asistencias y 1,5 tapones por partido, capitaneó uno de los equipos del All Star Game (el tercero seguido que jugaba) y se proclamó MVP de la NBA. La era Giannis comenzó justo cuando LeBron James se marchó del Este y con los Bucks embalados: 34 sold outs en su pabellón, el lujoso Fiserv Forum que costó más de 500 millones de dólares, batió récords de abonados (más de 10.000) y concentró a más de 100.000 aficionados en sus alrededores durante los playoffs... triunfales hasta el 19 de mayo. El año mágico de los Bucks quedó ratificado por otros dos galardones que celebraban la nueva cultura de los de Wisconsin: Jon Horst fue elegido Ejecutivo del Año tras ser ascendido a su cargo en 2017 y con solo 34 años. Y Mike Budenholzer se llevó el premio de Entrenador del Año (el segundo de su carrera) en su primera temporada en los Bucks, donde llegó de los Hawks para revolucionar un estilo de juego que había encallado en la etapa de Jason Kidd.
Pero ese 19 de mayo a los Bucks se les escaparon los Raptors en un tercer partido, el primero en Toronto, en el que se jugaron dos prórrogas y en el que rondó un 3-0 que habría sido casi definitivo. Pero los canadienses ganaron ese partido y los tres siguientes, incluido el quinto en Milwaukee, y se metieron a una Final en la que fueron campeones contra unos Warriors sin Kevin Durant (salvo un fatídico lapso del quinto partido) y sin Klay Thompson durante un partido completo (el tercero) y el tramo decisivo del sexto. Unos Warriors, en fin, muy humanizados. Así que en Milwaukee quedó la sensación de que un anillo se escapó entre los dedos... pero la certeza de que la semilla de otro estaba sembrada. Y más cuando Antetokounmpo aseguró que estaba todavía "al 60%" de su potencial. Glups.
Después de un año de tanto éxito los activos de una franquicia se revalorizan hasta el extremo y ponen en jaque a los directivos si hay varios de ellos en condiciones de negociar un nuevo contrato. En un caso como el de los Bucks, y por muchos fuegos artificiales que haya deparado la agencia libre más loca de la historia, la hoja de ruta ideal era un aburrido continuismo, intentar mantener el núcleo duro y mejorar al equipo por los márgenes, en la casilla de salida sin picks de draft y sin margen económico.
Y en ese sentido el verano de Jon Horst ha sido bueno... pero no perfecto. Era casi imposible que lo fuera sin meterse de lleno en el impuesto de lujo. Algo que los Bucks prometieron hacer pero controlaron finalmente. Las cosas de un mercado pequeño... aunque sea uno que quiere competir por el título y, por el camino, demostrar a Antetokounmpo que van a por todas para que el griego (como ahora proclama) no se plantee cambiar de aires en 2021. En estos tiempos de estrellas nómadas y jugadores empoderados, toca precaución es poca. Incluida, como ha pasado este verano, la contratación de Thanasis Antetokounmpo, el hermanísimo mayor y un jugador que ya pasó sin éxito por los Knicks 2016-17.
Por el camino de la reconstrucción se quedó Malcolm Brogdon, el sorprendente Rookie del Año de 2017 y un jugador instrumental, con mucho más valor que highlights y con un perfil estabilizador en un equipo con Budenholzer muy basado en el físico y el tiro de tres. Con 26 años, Brogdon firmó por cuatro y 85 millones con los Pacers. Los Bucks, pendientes del resto de sus grandes piezas en el mercado, no quisieron esperar a manejar su condición de agente libre restringido y, al menos, ejecutaron un sign and trade que les dejó una primera ronda y dos segundas. Los Bucks sí firmaron contratos nuevos a Brook Lopez (4x52), George Hill (después de cortarle: 3x29) y el cotizadísimo Khris Middleton, que se ha llevado 177,5 millones por cinco años tras convertirse en all star desde la segunda ronda del draft (2012).
Los Bucks, que cortaron a Jon Leuer y renunciaron a una trade exception de 10 millones para firmar dentro del cap a Lopez y Hill, completaron su franquicia con Robin Lopez a través de la mid level exception (los Lopez jugarán juntos por primera vez desde su paso por Stanford), con los contratos mínimos de veterano para Wesley Matthews, Kyle Korver y Thanasis. Dragan Bender llega como número 4 del draft venido absolutamente a menos tras estrellarse en los Suns y Cam Reynolds y Fran Mason III como posibles soluciones para la rotación exterior en caso de emergencia. Un buen verano... con el disgusto de perder a Brogdon por mucho que los Bucks tuvieran claro que la renovación de Middleton era (lógicamente) prioritaria y que las condiciones de Brook Lopez (6,3 triples por partido lanzados la pasada temporada por encima del 36% de acierto) eran más difíciles de replicar que las del guard.
Los Bucks deberían ser otra vez el macho alfa de una Conferencia Este que ha perdido al fugaz rey Kawhi un año después de quedarse sin el eterno rey LeBron. Volverán a gravitar en torno a Antetokounmpo, su producción asombrosa y los espacios que abre para un equipo que pasó de ser el quinto que menos triples lanzaba por partido con Jason Kidd a ser el segundo que más (solo por detrás de los Rockets) en el primer año de Budenholzer: en un año de 24,7 de media a 38,2, con 27,5 (líder de la liga) en catch and shoot, aspecto en el que deberían brillar dos veteranos como Kyle Korver y un Wesley Matthews ya muy disminuido en su antes valiosa capacidad defensiva.
Estos son los Bucks de los próximos años, con Giannis, Middleton, Bledsoe y Lopez bajo contrato las dos próximas temporadas. Budenholzer tendrá siempre un Lopez (Brook y Robin) en pista, en principio, exprimirá a un George Hill que ha firmado por tres años con 33 (esto es un all in por un anillo ya) y tendrá que repensar una rotación con más incógnitas, de la que también se han caído Niko Mirotic y Tony Snell, y en la que sería trascendental que despuntaran Donte DiVincenzo y los los Sterling Brown, DJ Wilson y Pat Connaughton, jugadores que tuvieron sus momentos durante la temporada pasada y que están a un golpe de regularidad de ser importante de forma sostenida.
Si Giannis sigue progresando (ese tiro exterior...) y se establece definitivamente como la fuerza de la naturaleza casi, casi imparable que ya es, los Bucks volverán a rondar el título de campeón. Sería importante, eso sí, que Eric Bledsoe juegue por fin unos playoffs a la altura de su nivel como jugador. Negado en 2018 contra los Celtics, la pasada primavera se redimió en las dos primeras rondas pero se hundió cuando más se le necesitaba, en la fatídica serie ante los Raptors.
Ya solo hay una motivación para un equipo que ha entrado en el hiperespacio de la era Giannis y que este año ya no será ni sorpresa ni tapado: será anillo de campeón o fracaso. O, como mínimo y según como se desarrollen los acontecimientos, disgusto de los gordos.