Los Jazz han remodelado su rotación para formar un bloque más peligroso en playoffs y tienen uno de los equipos a priori más sólidos y funcionales de la NBA. Conley, un refuerzo excelente.
Quin Snyder ha construido un equipo infernal, un bloque de altísimo nivel competitivo que después de una temporada de 51 victorias (2016-17) con el primer billete a los playoffs desde 2012, se sobrepuso a la (aparentemente letal) pérdida de Gordon Hayward, se encontró con Donovan Mitchell y ha ganado 48 y 50 partidos (50-32 la temporada pasada)... para estrellarse dos veces contra unos Rockets (8-2 global) frente a los que no tenían suficiente potencia de fuego en ataque. Así que la cuestión obvia para dar nuevos pasos adelante era como reconvertir a una máquina de ganar partidos de Regular Season en un rival capaz de adaptarse a cualquier enemigo en los temibles playoffs del Oeste.
Como en la temporada 2017-18, los Jazz arrancaron con un calendario feísimo y acabaron con el camino muy cuesta abajo. Por eso estaban 18-20 en año nuevo y 49-30 el cinco de abril. Con la segunda mejor defensa de la NBA, sumaron su segunda temporada seguida entre los cuatro mejores equipos por net rating... pero se quedaron en 15-18 en partidos resueltos en clutch time: diferencias de cinco puntos o menos al entrar en los cinco últimos minutos de juego. En los despachos asumieron que esa anomalía no era simple casualidad: 89-101 en los últimos cinco años en esos finales igualados, un desequilibrio muy costoso. Esta vez, el precio fue caer al quinto puesto del Oeste y verse en primera ronda con los Rockets y sin factor cancha. Un mal final para otra muy buena temporada en la que Rudy Gobert repitió como Mejor Defensor de la NBA y el general manager Dennis Lindsey terminó de cerrar su diagnóstico: muchos criticaron a los Jazz por fallar en su estrategia defensiva contra James Harden y sus Rockets, pero lo cierto era que el equipo de Salt Lake City no tenía, sencillamente, potencia ofensiva suficiente para seguir a un rival que anota un montón de puntos incluso en sus noches malas.
En realidad, los Jazz ya rumiaban su viraje cuando tantearon a Mike Conley en febrero y con movimientos que siempre parecían apuntar a un interés muy bajo por retener a Ricky Rubio, que acabó firmando como agente libre con los Suns. El español había cumplido como base titular de un equipo que, sin embargo, necesitaba otra cosa para subir un escalón, una tentación irresistible a la vista del éxito de los Raptors la temporada pasada y una obligación una vez llegada la franquicia a ese punto de madurez en el que ya todo lo que no sea avanzar es sinónimo de retroceder. Finalmente llegó Mike Conley, un excepcional base que ya no tenía sitio en unos Grizzlies en demolición, un all star que nunca ha sido all star pero que siempre que está sano juega como tal. Camino de los 32 años, con 32,5 millones para esta temporada y 34,5 para la próxima, Conley costó Jae Crowder, Grayson Allen, Kyle Korver y dos primeras rondas. Y renunciar a cualquier opción real de renovar a Ricky o al tremendamente productivo Derrick Favors.
Pero, a priori, merece la pena: Conley es excelente en la dirección, con personalidad para anotar, mejor en defensa que Ricky y notablemente superior como tirador, algo que en teoría vendrá de perlas tanto a Donovan Mitchell, que cederá responsabilidad con la bola y tendrá más espacios cuando la tenga, como a un Gobert que puede ser más peligroso que nunca en el pick and roll. Pensando en un equipo sin Favors y más adaptado a jugar con cuatro abiertos y Gobert como finalizador, primero se tanteó a Niko Mirotic, que acabó en el Barça tras reunirse con los Jazz, y finalmente se firmó a Bojan Bogdanovic... por mucho dinero (4 años, más de 73 millones) que, otra vez, estará justificado si los planes salen bien. Era el momento de apostar y en el estado mormón lo han hecho. Bogdanovic viene de asumir en los Pacers mucha responsabilidad en ataque y demostrar que puede, al menos, no ser un agujero negro en una muy buena defensa.
Los Jazz remataron un verano muy productivo con la llegada de Emmanuel Mudiay, todavía una incógnita a estas alturas de su carrera, y la de un profesional intachable como Ed Davis, que ha rendido en todos los sitios en los que ha jugado y que firmó por solo 9,7 millones en dos años. Un lujo. Finalmente y sin primera ronda, desde la segunda han llegado Jarrell Brantley, un cuatro con mucha envergadura, Justin Wright Foreman, un guard con potencial ofensivo, y Miye Oni, un alero de ida y vuelta drafteado originalmente por los Warriors.
Esta vez es fácil: ir a por el anillo. Es la fórmula Raptors: buscar la forma de dar un paso adelante y hacer bien todo lo suyo mientras se espera un toque de suerte, o más bien de mala suerte en los que parten a priori con más opciones en la parrilla de salida. Los Jazz 2019-20 deberían ser, sobre todo, mejores en playoffs. Y, en todo caso, uno de los mejores equipos de Regular Season, especialmente si Donovan Mitchell sigue perfeccionando su eficiencia como anotador, ahora mejor rodeado que en los años anteriores en un equipo que tendrá distintas variantes y que puede optar para jugar de falso cuatro por Ingles, Bogdanovic... o Royce O'Neale, que ha dado a Snyder un rendimiento enorme, sigue mejorando como tirador y tiene un notable instinto reboteador.
Dante Exum, que ocupará desde el banquillo todo el espectro entre el base y el alero, es otro jugador que puede dar salto de calidad que sería muy celebrado a un equipo que puede alargar su rotación de Fase Regular hasta los Georges Niang, Tony Bradley, Nigel William-Goss... pero que llegará a playoffs con una estructura muy definida y a priori lista para ganar a casi cualquiera: Conley y Mitchell en el backcourt, Gobert como pívot y una rotación de aleros pensada para anotar más en situaciones comprometidas. Era la hora de apostar, y los Jazz lo han hecho. En ese sentido, su verano ha sido excelente.