Paul George obligó a un cambio de guion histórico en OKC, el hogar de un equipo que ha jugado playoffs en nueve de las once temporadas que han pasado desde la salida de Seattle.
La temporada pasada comenzó con euforia: la apuesta de un año por Paul George había salido bien porque a pesar del patinazo en primera ronda contra los Jazz, el alero ni se había sentado a hablar con los Lakers y había firmado por cuatro años y 137 millones de dólares. El 7 de julio fue declarado oficialmente "día de Paul George" en Oklahoma City, una ciudad para la que los Thunder son el eje de su vida deportiva y por lo tanto envuelta, desde 2016, en una búsqueda de legitamición más o menos despechada tras la salida de Kevin Durant. En este escenario, es inevitable referirse al culto a Russell Westbrook que lo ha impregnado todo: la estrella que sí había querido quedarse. Westbrook acabó personificando a los Thunder, para lo bueno y poco a poco cada vez más para lo malo, y Paul George pareció ratificar el modelo como apuesta cultural cuando dejó a un lado sin pensárselo los cantos de sirena de su L.A. natal.
Después, los Thunder jugaron una temporada extraña, en cierto modo sin control de sus propias sensaciones y (no ha sido inhabitual desde que se fue KD) en una montaña rusa que parecía tener vida propia en los picos (tremendos) y en los valles (infames). Al final, 49 victorias y un sexto puesto del Oeste muy dulce que los mandaba a una ruta sin Warriors, Rockets ni Jazz (su verdugo un año antes) hasta una teórica final de Conferencia. Con los Thunder, el potencial siempre está ahí pero las señales de alarma también, esta vez redobladas por las lesiones en los dos hombros de Paul George, las recaídas de un Andre Roberson que no regresó (su último partido, el 27 de enero de 2018), el agotamiento de Steven Adams (una sombra en la recta final de la temporada: cuarto pívot con más minutos jugados) y el habitual debate sobre el estilo kamikaze y de mucho más volumen que eficiencia de Russell Westbrook, que desde que se fue Kevin Durant ha promediado un triple-doble en tres temporadas seguidas... y se ha llevado tres eliminaciones en primera ronda con un 4-12 total después de que los Blazers les noquearan (4-1) con el ya célebre triple final de Damian Lillard, que despidió desde la pista con la mano a un rival cuyos valores demostró aborrecer.
Entonces era difícil imaginarlo, incluso para los más tremendistas, pero Lillard no estaba diciendo adiós a la temporada de los Thunder, sino a un proyecto de más de una década que ha echado el pie a tierra definitivamente en este verano de 2019.
Los hechos son incuestionables: ya en el mes de julio y con la agencia libre casi ventilada y casi todas las piezas puestas a buen recaudo, Kawhi Leonard rebuscaba para encontrar una estrella con la que irse a los Clippers, algo que no quería hacer sólo pero para lo que ya le habían dicho que no Kevin Durant y Jimmy Butler, entre otros, mientras los Clippers habían tanteado incluso a los Rockets por James Harden. En última instancia, Kawhi viró hacia un Paul George que pidió el traspaso de forma fulminante y a punto de cumplirse un año desde la designación de su día (7 de julio). Después intentó vender que había sido de mutuo acuerdo con la franquicia, algo que el general manager Sam Presti desmintió casi en tiempo real.
También parece más o menos dado por cierto que para entonces los Thunder ya rumiaban su fracaso deportivo: tres eliminaciones en primera ronda y un 4-15 total en playoffs desde que tuvieron contra las cuerdas (1-3) a los Warriors de las 73 victorias en 2016. Después de cuatro años de cinco en impuesto de lujo, con el tope de la liga la pasada temporada (61,6 millones), a los que ponían ese (mucho) dinero, una inyección de la industria del petróleo que capeaba las penurias de un mercado obviamente pequeño, se les estaba agotando la paciencia.
A priori no quedaba más remedio que dar otro año a la pareja Russell Westbrook-George... hasta que la petición de salida de este fulminó definitivamente un proyecto eterno que ha estado en playoffs nueve de las once temporadas que lleva en OKC desde la polémica salida de Seattle y que pareció destinado a reinar como dinastía cuando el equipo jugó en 2012 unas Finales contra los Heat en las que tenía ventaja de campo y era favorito en las apuestas pese a la insultante juventud de su núcleo duro (Durant, Westbrook, Harden y Serge Ibaka). Los Thunder colapsaron tras ganar el primer partido (1-4) y traspasaron después a Harden en el principio de un fin sostenido y marcado por lesiones siempre inoportunas: Westbrook en 2013, Ibaka en 2014...
A partir de la certeza de que el final se había precipitado, Presti (como siempre) se manejó de forma excelente. Primero presionó a los Clippers (de por sí absolutamente obligados a ejecutar el trade) ofreciendo a Paul George y Westbrook a los Raptors. Después de la salida de George mandó a Jerami Grant a Denver Nuggets y cerró un ciclo deportivo y sobre todo emocional con el traspaso a Houston Rockets de Russell Westbrook. Tierra quemada, zona cero y un lugar nunca vista en la historia de la liga, el no va más en unos tiempos en los que (a veces cuesta saber muy bien por qué) tanto se idolatran los assets de futuro, la juventud y los picks de draft: los Thunder controlarán hasta 15 primeras rondas de draft entre 2020 y 2026, un botín descomunal con el que trazar una reconstrucción que todavía puede adoptar nuevas formas en función de lo que se haga con los 124 millones por tres años que tiene pendientes de cobrar un Chris Paul de 34 años (pero al que no han querido regalar, de entrada), con los expiring de Gallinari y Roberson, y con jugadores que tienen su mercado como Steven Adams y Dennis Schroder.
Llega una nueva era y puede tomar mil formas. Además de Chris Paul y Gallinari, los Thunder recibieron en su movimiento liberador a Shai Gilgeous-Alexander, el base que tanto gustó como rookie en los Clippers, y sacaron una segunda ronda por bajar del pick 21 al 23 de los Grizzlies (que querían a Brandon Clarke) y elegir a Darius Bazley, un jugador con unas condiciones físicas descomunales y que optó saltarse la NCAA y preparar su entrada en la NBA por su cuenta. Una absoluta wildcard, por lo tanto, como Mitchell Robinson (un acierto de los Knicks) en el draft de 2018.
De los Nuggets, los Thunder obtuvieron una primera ronda (2020) por un Grant que se había consagrado la temporada pasada, ya como titular indiscutible. Por George sacaron cuatro primeras no protegidas, una primera protegida y el derecho a intercambiar otras dos primeras (y quedarse la más beneficiosa): un acuerdo colosal, de volumen histórico. Y de los Rockets se llevaron dos primeras con protecciones muy ligeras y el derecho a intercambiar otras dos. Además de Gallinari, Gilgeous-Alexander y un Chris Paul que tiene su player option en la temporada 2021-22, un año antes que Westbrook. Más flexibilidad para un equipo que no ha querido traspasar al base en el verano y que inicia definitivamente una era, sin certezas pero bien armado para manejarse en unos despachos donde sigue teniendo a uno de los mejores (Presti) y de cara a un draft donde construyó ese imperio que nunca fue (Durant, Westbrook, Harden, Ibaka, Adams... todos vía draft) y para el que hay una figura clave de cargo enrevesado: Will Dawkins, vicepresidente de identificación e inteligencia y, en la práctica, el gran encargado de la evaluación del talento joven de cara al draft.
¿Cómo saberlo si no hay certeza sobre el futuro de Chris Paul ni sobre los contratos que la franquicia podría mover antes del cierre del mercado invernal? El veterano base no saldrá por ahora si eso significa tener que enviar primeras rondas con él al posible destino: todos saben qué tienen entre manos los Thunder y Presti prefirió mandar un mensaje de calma y fortaleza ante el acecho de mucho buitre. Además, Gallinari y Roberson pueden ser piezas codiciadas en último año de contrato. El alero, en concreto, era uno de los mejores defensores de la NBA hasta su maldita lesión de rodilla que le ha tenido sin jugar, por ahora, más de un año y medio. En todo caso, y con su estructura actual, lo más curioso es que ni siquiera se puede descartar a los Thunder de la lucha por volver a los playoffs un año más. No con un quinteto formado por Paul, Gilgeous-Alexander, Roberson, Gallinari y Adams a cargo de Billy Donovan, que tiene una oportunidad única de mostrar su mano como entrenador, sin la excusa de cuánto y de qué forma le obligaba una figura tan radical (en todos los sentidos) como Russell Westbrook.
Terrance Ferguson, el recién llegado Bazley, Abdel Nader... los Thunder tienen rotación en las alas, a Schroder como teórico líder de la segunda unidad y un juego interior más discreto: Muscala y Noel (otro que podría salir traspasado) son los relevos naturales de Gallinari y Adams en un equipo que puede seguir siendo muy bueno en defensa (cuarto la temporada pasada) y más funcional, aunque con menos recorrido teórico y desde luego menos polvo de estrellas, en ataque. Comienza una nueva era de baloncesto en OKC, una de la que Presti ya ha avisado, con editorial incluido en la prensa local, que traerá "tiempos más duros". Eso sí, con alguien como él al frente quizá no lo acaben siendo tanto...