Los daños múltiples de Carapaz

La Vuelta a España 2019 se presentó a la vera del Mediterráneo, pero con las aguas revueltas. Richard Carapaz, uno de los primeros en las apuestas, no desfiló con el Movistar. Dos horas antes había sido anunciada su baja, oficialmente a causa de una caída que sufrió el domingo. Un accidente sobre una bicicleta lo tiene cualquiera, esa no es la polémica. El problema procede de que el ecuatoriano se golpeó en una carrera extraoficial en Holanda, el día después de su participación en Burgos, en un critérium al que acudió de manera personal, sin el beneplácito del equipo, para embolsarse un dinerillo extra. Los ciclistas han dispuesto toda la vida de estos ingresos añadidos, pero la fecha, a seis días de una grande, no resultaba la más propicia para exponerse a estos riesgos.

Hace un año, Richie Porte también decidió quedarse en el hotel por una supuesta indigestión, el mismo día que había anunciado su fichaje por el Trek. Que la Vuelta esté situada al final del curso provoca tiranteces con ciclistas que ya han resuelto su futuro. Carapaz sí parecía venir con la motivación del doblete, pero paralelamente quería exprimir su condición de ganador del Giro con más beneficios, dentro y fuera del equipo. Las relaciones de su entorno con el Movistar se habían agriado y no eran las más adecuadas para encarar la meta. La caída de Carapaz no sólo ha herido su cuerpo, sino también a su equipo, al patrocinador y a la organización de la Vuelta. Sus daños son múltiples y abren otro debate: ¿La UCI debería regular estos bolos para proteger al ciclismo?

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