Al final del partido, Luis Enrique y Frank de Boer, viejos compañeros en el Barça en aquellos tiempos de Van Gaal, se despidierona afectuosamente
Luis Enrique nos evocó a la infancia al dar la convocatoria con chapas. Esperado regreso de Morata, justa la vuelta de Koke y lógica la llamada de Marcos Llorente.
España no encontró otra manera de romper la resistencia de Ucrania que el uso masivo del extremo.
Cuando leo las críticas a la Selección pienso mucho en aquel desahogo sabio. El fútbol es un juego azaroso donde las cuentas solo cuadran en las previas.
Veinte remates, nueve córners, ningún gol. Todo el ataque de España se limitó a Adama Traoré, que fue al fondo una y otra vez, y llegó siempre hasta el fondo, para meter el centro.
Ese 3-3 de Alemania con los suizos es un regalo del cielo, dado que pese a la cáscara de plátano que pisamos en Kiev seguimos líderes en solitario del grupo.
España hizo todo para ganar a Ucrania que se llevó el partido con un ataque directo perfectamente ejecutado.
Adama Traoré es un caso distinto, puesto que nació en España, en L'Hospitalet. Pero tiene un punto coincidente con Ansu Fati...
Hay algo de solvente en el equipo de Luis Enrique, un aire de causa común, de unidad de propósito, de deseo de colaboración y de seguir el patrón que marca el jefe.
Los tres puntos sumados por la Selección ante los helvéticos saben como un puchero en mitad de la Antártida. Muy valiosos y meritorios.