Suiza regaló el gol a una España sosa
Hay algo de solvente en el equipo de Luis Enrique, un aire de causa común, de unidad de propósito, de deseo de colaboración y de seguir el patrón que marca el jefe. Eso es bueno en el fútbol. Pero en partidos como el de anoche se echa en falta brillo, capacidad para llegar, asustar, mover al portero contrario. Ansu Fati estuvo tímido, apenas recordó al de otros días, y no encontró resquicio para el disparo. En la segunda mitad salió Adama Traoré, que soltó tres truenos nada más salir, pero de repente se apagó el equipo y dejó de llegarle juego. Él fue, en ese rato turbulento, el único que le dio al equipo alguna apariencia de peligro.
Gracias que nos regalaron el gol, si bien parte del mérito fue de la Selección, por su presión inflexible al rival. El meta Sommer arriesgó en un pase no muy claro a la frontal, Merino lo adivinó, se hizo con el balón y se lo dio a Oyarzabal para que marcara con fácil precisión. Eso nos da los puntos y con eso tenemos que quedarnos. A ello hay que añadir una buena parada de De Gea muy poco antes, en un contraataque rápido de Suiza con pase cruzado que remató Benito llegando solo y con ventaja. Remató bien, pero al palo hacia el que regresaba De Gea, que sacó el balón en buena estirada y mano dura. En esas dos jugadas estuvo el partido.
En todo caso, este es el grupo definitivo de Luis Enrique, un equipo no de once, sino de veinte muchachos con ganas y que le siguen. Las circunstancias del fútbol han dispuesto que la que se esperaba generación relevo del gran equipo (los Koke, Morata, Saúl, Isco, Íñigo Martínez...) se ha quedado fuera, quizá arrasada por el fracaso del Mundial de Rusia. Este grupo de Luis Enrique está lleno de caras que el gran público no reconocería en una foto de primer plano, cosa que rara vez ha pasado en la Selección. Pero son gente que merece confianza. Les falta el gol, sí, y es una pena. Eso se tiene o no se tiene y escasean los que lo tienen.