Ver a Joan Laporta ganando enteros en las encuestas es algo con lo que, a estas alturas de la vida, uno ya no contaba
Que el Madrid nos quite esta Liga -robando- empieza a parecerme un acto de justicia, casi una bendición para un equipo que necesita reaccionar si todavía aspira a despedir a Messi como se merece.
Jovic parece dispuesto a colarse en la historia del Madrid por el hueco de la escalera, esa portezuela de acceso incómodo hacia el imaginario colectivo.
El miedo, para surtir verdadero efecto en el lector, viene siempre precedido de cierta calma.
Podremos utilizar la excusa del fútbol para esquivar una tortura veraniega: ir a la playa.
A Sandro Rosell lo condenó una parte de la opinión pública mucho antes de que la justicia dictara sentencia, lo sé porque yo mismo formé parte de aquel jurado tuerto que inundó con sus prejuicios las redes sociales, las plazas y algún que otro bar.
Josep Maria Bartomeu es el presidente del Barça y todavía son muchos los que conceden al cargo naturaleza divina.
Estaba leyendo 'Guerra y paz' y se me encendió la bombilla: el Barça necesita a Neymar.
Real Madrid y Barcelona son dos gigantes que se desmoronan a la espera de un relevo generacional que no cristaliza.
Pocos equipos han dado tanto al fútbol en los últimos años como el entrenado por Pep Guardiola, en especial si nos atenemos a valores sentimentales.
A Garbiñe Muguruza le negamos por sistema ese derecho fundamental de cualquier ser humano a tomárselo con calma.
Hace apenas una semana, el Barça nos parecía un equipo de estructuras sólidas, con un entrenador bajo sospecha pero sin rastro de amenazas.
Lejos del Camp Nou, cuesta entender que un personaje como Guardiola pueda generar tanto rechazo entre una parte bastante significativa de la que fuera su hinchada.
A los niños prodigio se les exige lo mismo que a las estrellas consagradas
Desde ayer podemos afirmar que el fútbol bueno, el fútbol limpio y honesto, también necesita a ciudadanos como Xabi Alonso: tenaces, valientes, ejemplares...
Ganaron los de Klopp con la autoridad que parece otorgar un 3-1, pero también con toda la complejidad que siempre implica derrotar a un equipo de Guardiola.
Su nombre planea como un dragón tras cada derrota. Al madridismo le gusta el fuego.
El pasado sábado, al descanso del simulacro perpetrado en Zorrilla, me acordé de aquel niño del anuncio, el del famoso "papá, ¿por qué somos del Atleti?".
De un campeón de Liga reforzado cabría esperar algo más que un esperpento magnífico pero de nada sirve encapricharse con la excelencia o cavar trincheras en el descontento.
Si alguien se ha ganado el derecho a decidir cuándo irse de su club, sin contraprestaciones económicas ni explicaciones, ese es Messi.
Con el tiempo he llegado a la conclusión que al Madrid no lo puedes matar, es como una estrella de mar a la que siegas una pata y le salen otras tres Copas de Europa.
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