Laporta y el adiós
Nada tiene que envidiar la talla humana de Joan Laporta a su talla geométrica, extragrande ya de por sí. Quienes le conocen bien, lo saben. Y aquellos que lo siguen desde la distancia no podrán menos que intuirlo, pues nunca ha dado un solo motivo para pensar lo contrario. En su presentación como candidato a la presidencia del club, Laporta volvió a dar muestras de ese carácter afable, benévolo y tolerante que tanto bien puede hacer a una institución altamente balcanizada, presa de un rencor que parecía inagotable desde que Sandro Rosell y Josep María Bartomeu abandonaron -por la gatera y con las uñas afiladas- aquel proyecto que terminó cuajando en el mejor Barça de la historia.
Renuncia Laporta al ojo por ojo contra quién voto "sí" a una acción de responsabilidad inverosímil en su contra, pues dejaba como herencia una plantilla de valor incalculable, una Masía vigorosa, unas secciones fuertes y bien estructuradas, a UNICEF en la camiseta… También un club saneado en lo económico -como terminaría reconociendo la propia justicia- y hasta un proyecto aprobado de remodelación del Camp Nou que se pagaba con el coste de dos malos fichajes (veinte, si depreciamos los listones de exigencia e inversión a Matheus Fernández). De todo esto se consideró responsables a Laporta y otros miembros de la junta saliente -con bastante razón, además-, pero en lugar del merecido homenaje se optó por la vía judicial, la campaña mediática de descrédito y el tristemente famoso "¡toma, toma ya!" de quien un día se llamó su amigo.
Poco sabemos todavía de un proyecto, el suyo, que ya no contará con la asesoría impagable de Johan Cruyff, un hándicap con el que, por otro lado, parten todos los precandidatos. Pero suma el aval de la experiencia, habilidad natural para transmitir entusiasmo y su firme intención de corregir algunas negligencias históricas: nadie le puede exigir estas alturas la continuidad de Leo Messi, pero sí una despedida como la que a buen seguro le hubiese gustado tener a Pep Guardiola. Porque en una campaña donde todos se afanarán por presentar caras nuevas, Laporta ha llegado para recordarnos la importancia capital de ser agradecidos y saber decir adiós.