PASABA POR AQUÍ | RAFA CABELEIRA
España: playa y siesta
Rafa Mir nos recordó que no conviene racionalizar el juego en exceso.
A las diez de la mañana de un sábado 31 de julio, media España duerme y la otra media lleva cuatro horas en la playa: así se explica la victoria de nuestra selección frente a las huestes costamarfileñas. Cuando encajas un gol inesperado en el minuto noventa, lo único que te salva es la confianza del legañoso y la brega de quién elige el alba para pelearse por un hueco en primera línea. Te rescata, en definitiva, un Rafa Mir de la vida: la penúltima demostración de que nada desatasca tanto como un buen pelo mojado.
“¡Alcalde, todos somos contingentes pero tú eres necesario!”, le gritaban los del pueblo a Rafael Alonso: Cuerda sabía de fútbol mucho más de lo que solía reconocer. El deporte de equipo tiene mucho de simbiótico, de puzle en el que todos tienen una importancia capital incluso cuando no lo parece, como sucedió con Pedri ayer. El canario va camino de emular a Kate Moss en una temporada que no le permite parar ni un segundo pero que, a cambio de un esfuerzo sobrehumano, le está enseñando una de las lecciones más valiosas que recibirá jamás: “Tienes que saber cómo moverte en el juego para mantenerte en él”, dijo en cierta ocasión la musa de John Galliano. Y es que, como Cuerda y otros tantos intelectuales, la Moss también sabía de fútbol mucho más de lo que aparentaba.
Pero volvamos a Rafa Mir, que para eso nos ha colocado a un paso de la medalla con un hat-trick de los que no se olvidan salvo que uno sea Leo Messi, que ya no recordará ni el quince por ciento de los que haya logrado. En un tiempo donde el delantero puro parece un tanto en desuso, el murciano nos recordó la importancia de las alternativas, de las salidas de emergencia y del efecto húmedo. Pero también que no conviene racionalizar el juego en exceso. Porque ayer, básicamente, a Rafa Mir le bastó con mojarse la cabeza y colocar su toalla junto a la orilla para fulminar a unos costamarfileños que, por cerrar el círculo como se merece, optaron por echarse una cabezadita en el momento más inapropiado. Lo dicho: a por la medalla a base de siesta y playa.