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Una de las grandes incógnitas a resolver en la próximas elecciones a la presidencia del Barça es saber a dónde irán a parar los 25.823 votos que cosechó Josep María Bartomeu en los últimos comicios. Es la cuota nuñista habitual de socios enloquecidos por ciertas voces -no siempre imaginarias, ojo con esto- que les ayudan a orientar el voto en la dirección correcta. "¿Una especie de esquizofrenia?", se preguntarán ustedes. "¡Ojalá!", les contestaría yo, siempre con el máximo respeto hacia cualquier persona que sufra esta terrible enfermedad y se pueda sentir interpelada: cuando uno habla del Barça, es importante recordar que nunca conviene tomarse las cosas ni demasiado a broma ni demasiado en serio.

Muchos de esos 25.823 socios optarán por la abstención si las voces no se ponen de acuerdo: a veces pasa esto. La niña del vestido azul dice una cosa, el viejo de la verruga dice otra, el gato de dos cabezas no dice nada… Sin un candidato de consenso en el que depositar su confianza, gran parte de este nuñismo sociológico se quedará en casa cuidando de los periquitos, revisionando vídeos en VHS con los mejores goles de Saviola o aprendiendo a hacer empanadillas con masa de hojaldre: cualquier cosa antes de desperdiciar la tarde del domingo en una batalla perdida. Tiempo habrá para rearmarse, organizar una oposición feroz al vencedor y autoconvencerse de que el camino hacia el futuro necesitará, otra vez, de los viejos zapatos del pasado.

Pero algunos irán a votar, a pesar de todo. Los más violentos, por ejemplo, siempre encuentran a un candidato que les promete recuperar los privilegios perdidos y amortizar los tatoos de "Barça o muerte", "1899 neix el club que porto al cor" y la cara de Eva Braun sobre un fondo azulgrana. Es lo que, en lenguaje culé básico, entendemos por voto útil: el que te asegura algún tipo de contrapartida tangible, el voto que rinde. Pero también saldrán a votar los nostálgicos, los despistados, los neuróticos, los que se preocupan porque Rexach tenga que pagarse los almuerzos de su bolsillo y los que siguen albergando alguna esperanza de borrar al cruyffismo de la faz de la tierra. "Hay partido", les susurrará una voz dentro su cabeza en la víspera. Y ellos acudirán a la llamada porque, por encima de todo, siguen siendo fieles al Barça.