El concepto
La última comisión gestora que tripuló los designios del Barça se ocupó de cerrar el fichaje de Arda Turan, demostración práctica de que la diversión nunca termina del todo en la animada galaxia blaugrana. Se habló entonces de consenso, un concepto con muy buena prensa y pésimo currículum, pero también de oportunidad de mercado, de ganga o de chollo, fieles antecesoras de las siempre temidas hojas de reclamación. Cuando el turco le rompió la nariz a un popular cantante de su país en un local de copas, años después, y terminó la noche disparando "accidentalmente" una pistola en un hospital, el Barça le seguía pagando religiosamente un salario millonario por el mero alivio de saberlo lejos. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que mucho cuidado con pensar que las decisiones tomadas por estos órganos de transición son inocuas o revocables.
Las primeras palabras de Carles Tusquets, a la sazón presidente de la actual, suenan tan apremiantes que causan espanto: "finalizar la mesa de negociaciones es imprescindible". Se refiere, claro está, a la necesidad de reducir en unos 190 millones de euros la carga salarial durante el actual ejercicio, un maquillaje contable que apenas aplazará el cobro de las cantidades acordadas a futuras temporadas. ¿Es esta la labor de una gestora o debería limitarse a convocar elecciones, pagar los recibos ordinarios y enviar una tarjeta navideña a Berkan Sahin, el tonadillero agredido por Turan? Sobre esto parece haber disparidad de criterios, oportunidad que aprovecharán sus miembros para tratar de dejar su impronta en un club con más muescas en el escudo que muertos (figurados, claro está) en el armario.
Será divertido, seguro. Las gestoras en el Barça tienen algo de Pazos, aquel personaje de la película Airbag que dirigía el club La Kokotxa para el señor Villambrosa: se sienten importantes, mantienen el tono simpático durante un tiempo y cuando se siente agobiados llaman a Carmiña -o a la Dolors- para decir que lo dejan: "es muy estresante. Interesante no, mujer: estresante". En pocos clubes, como en el Barça, se hace tan evidente aquello de que el concepto es el concepto: una redundancia sin mucho sentido pero, qué demonios, tiene gracia.