NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Tras varias semanas teorizando sobre el misterio de la Santísima Trinidad (Florentino, Mbappé y la cubierta retráctil del nuevo Bernabéu), Madrid amaneció ayer con ganas de abordar temas más mundanos, más de andar por casa, más de recordarle a Joan Laporta que no le va a consentir ni una décima parte de lo que consistió a sus predecesores. Hablo, por supuesto, del Madrid mediático. De ese Madrid que nos dimos entre todos. De un Madrid que es España dentro de España y, por lo tanto, el Barça dentro del Barça: alabado, pues, sea Madrid.

Lo explicaba muy bien el maestro Miguel Rico en la noche de autos: “hambre para hoy, pan para mañana”. Felizmente jubilado pero no mucho -en el periodismo y en el Barça se milita incluso después de muerto (miren, si no, a Manolo Vázquez Montalbán, que sigue siendo uno de los más lúcidos analistas de la actualidad azulgrana casi veinte años después)-, Don Miguel se refería al adiós de Griezmann y la llegada de un delantero holandés del que prometo no aprenderme el nombre hasta que marque su primer gol. ¿Acaso esperábamos otra cosa? Si la respuesta es sí, queridos hermanos, haber votado a Toni Freixa. O a Víctor Font, que proponía fichar en enero de este mismo año sin conocer, siquiera, la cantidad de mugre que se acumulaba bajo las alfombras.

Mal que le pese a Madrid, a media Barcelona y al Círculo Ecuestre de Dubái, el presidente elegido por los socios del Barça para sacar al club del arroyo se llama Joan Laporta. Y en esas está, para sorpresa de quienes esperaban al hombre impulsivo de las portadas en negro y la Rostisseria Lolita. “Jamás veremos a un presidente del Madrid filtrar las cosas que esta directiva está filtrando sobre Koeman, por ejemplo”, dicen algunos oráculos de la capital sin pensarse mucho los ejemplos. Tampoco es que nos importe demasiado: ni es el presidente del Madrid, ni queremos ser como el Madrid. El Barça seguirá siendo “el ejército desarmado de Catalunya”, que decía Manolo. Y qué mejor manera de demostrarlo que juntar en punta a Braithwaite, lo que queda del Kun Agüero y ese holandés cedido por el Sevilla de cuyo nombre no quiero acordarme: para no polemizar en exceso con tantísimos compañeros de profesión y mis amigos de la villa, a partir de ahora lo llamaré Cibeles.