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El desatino del fútbol sala

Después de las reanudaciones de las ligas de fútbol y baloncesto, otro deporte por equipos está a punto de reiniciar la competición: el fútbol sala, que celebrará un formato exprés en Málaga con ocho participantes del 23 al 30 de junio. Cualquier parecido es pura coincidencia. Mientras los dos primeros establecieron unos plazos para que los contendientes llegaran con garantías físicas y en condiciones similares de preparación, el futsal se ha comportado como el ejército de Pancho Villa, cada uno a su aire. No tienen la culpa los equipos, por supuesto, sino quienes lo han ideado y autorizado desde la RFEF. Vaya un ejemplo para entender el desatino: mientras que el Palma comenzó a entrenarse el 15 de mayo, el Valdepeñas no ha arrancado hasta el 8 de junio, más de tres semanas después.

Basta con escuchar a algunos técnicos para entender el descontento. Imanol Arregui, de Osasuna, lo define como “un solteros contra casados”, mientras que Tino Pérez, del Movistar, lo llama “esperpento”. ElPozo y Palma llegarán con más de un mes de entrenamiento, mientras que otros lo harán con apenas dos semanas. Y en la liga femenina, que se resolverá en julio, el Futsi Navalcarnero, líder destacado, ha renunciado directamente. El motivo de la desproporción ha sido la desescalada asimétrica, que ha permitido a unos empezar mucho antes. Al fondo asoma una razón de calado. Las ligas de fútbol y basket son las únicas consideradas profesionales en la Ley del Deporte, por lo que tuvieron una consideración especial para reiniciar su actividad. El futsal no es profesional, así que no compartió esos plazos y fue relegado a un tercer escenario en el protocolo del CSD. La RFEF acaba de modificar sus estatutos para etiquetar al fútbol sala como “deporte profesionalizado”, que no es lo mismo, pero puede ayudar a enmendar estos desequilibrios, a la espera de que se cambie por fin la anacrónica Ley.