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Un número uno más agrio que dulce

Rafa Nadal sale este lunes como número uno del mundo. Debería ser una jornada de alegría para el tenista de Manacor y para el deporte español, pero no lo es tanto. Su octava aparición en la cúspide de la ATP llega con un sabor más agrio que dulce. Nadal está lesionado. Una vez más. Y ahora mismo ni siquiera sabe si podrá jugar el Masters de Londres (10-17 noviembre), si podrá disputar la Copa Davis en Madrid (18-24 del mismo mes) o si su lustrosa temporada 2019 se ha acabado ya aquí.

Hace unos días, el viento soplaba a favor, cuando Rafa avanzaba en sus partidos de París-Bercy, camino de una final que le hubiera asegurado el liderazgo mundial hasta el cierre del año, o le hubiera situado muy cerca. Pero todo se rompió, literalmente, con el crujido abdominal que le dejó KO el sábado antes de su cita con Shapovalov en las semifinales. Para colmo de sus males, que nunca vienen solos, el otro aspirante al trono, Novak Djokovic, ha ganado el Masters 1.000 y ha sumado puntos para la reconquista. La falta de salud vuelve a marcar el destino de Rafa.

Hace un año, también un 4 de noviembre, Nadal perdió el número uno ante Nole sin opción de defensa. El 7 de septiembre había jugado su último partido, ante Del Potro en el US Open, y ya no pisó una pista oficial hasta enero del presente curso en el Abierto de Australia. Si rebobinamos hasta aquel primer mes, nos topamos con una declaración del balear en la que hablaba de su “frustración” por estar “lesionado tanto tiempo”. Lo dijo en vísperas de Brisbane, un torneo al que también tuvo que renunciar por problemas físicos. Después, la temporada no le ha ido tan mal, se ha tomado algunos descansos preventivos y ha podido jugar más torneos que en la anterior (12 frente a 9). Aun así, la salud ha vuelto a golpear en un momento inoportuno. Así no hay manera.