NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

MATCH BALL

Reflexiones sobre el US Open 2018

El 14º grande de Djokovic, la enésima lesión de Nadal, el adiós de Ferrer a los grand slams, el triunfo de Osaka, el numerazo de Serena Williams...

Madrid
Novak Djokovic superó en la final a su amigo Juan Martin del Potro y sumó su tercer título en Flushing Meadows
KENA BETANCURAFP

Djokovic alcanza a Sampras

El serbio volvió a ser ante Del Potro el rival exasperante que fue tiempo atrás, gracias a su inteligencia táctica, un repertorio de golpes excelso, una consistencia a prueba de bombas, unas piernas incansables, una gran autoconfianza y una mentalidad ganadora. Era cuestión de tiempo que estuviera de vuelta. A todos los seres humanos nos afectan los cambios y en estos años Djokovic ha sido padre en un par de ocasiones, rompió temporalmente con su equipo técnico de siempre y sufrió una lesión de codo que le obligó a pasar por el quirófano. Pero obviamente no se ha olvidado de jugar al tenis. Tras un inicio de año algo dubitativo, ya suma los títulos de Wimbledon, Cincinnati y el US Open y vuelve a amenazar el renacimiento de Federer y Nadal.

En un partido muy táctico, Djokovic mantuvo a raya los derechazos impresionantes de Delpo. Nunca antes se vio golpear con semejante potencia, control y regularidad a ningún tenista. Ni siquiera al chileno Fernando González. Es una bendición que podamos disfrutar de ellos gracias a la televisión en alta definición. Con los televisores y la calidad de imagen de hace 15 años sería imposible seguir la trayectoria de la pelota. Afortunadamente, y contra lo que cacarearon muchos tiempo atrás, la potencia no ha acabado con el tenis. Jugar al tenis es mucho más que pegarle muy duro a la pelota. Y que no se entienda esto como una crítica a Delpo, que es un grandísimo jugador con una historia de superación increíble a sus espaldas. Y así lo reconoció el serbio, buen amigo del tandilense.

Treintañeros al poder

Djokovic alzó la copa en la Arthur Ashe superada la treintena, igual que en el caso de Wimbledon. Los últimos 9 títulos grandes en juego, desde el US Open 2016 ganado por Wawrinka, todos los títulos han caído en manos de tenistas que superan la treintena. Comento esto porque llevo tiempo escuchando que el tenis actual es mucho peor que el de los ochenta y los noventa, con el argumento manido de que siempre ganan los mismos. Y justo diría que es todo lo contrario. Nunca antes coincidieron en el tiempo tres tenistas del calibre de Djokovic, Nadal y Federer. Sin ánimo de empequeñecer el recuerdo de ninguno de ellos ni de ofender a nadie, me atrevo a decir que ninguno de aquellos resistiría una comparación alguna con cualquiera de estas tres bestias. Ya sea por talento, precisión, velocidad de bola, movilidad en la pista, resistencia física, inteligencia táctica, capacidad de sufrimiento y un largo etcétera. E incluyo aquí al mismísimo Sampras, al que le costó admitir que el tenis de ataque directo y subidas constantes a la red tenía los días contados.

Pero sobre todas las cosas, por su capacidad de seguir aprendiendo y mejorando año tras año. La evolución experimentada en ellos desde sus primeros pasos en el circuito profesional hasta los actuales, es inédita en la historia del tenis. Eso es lo que les ha permitido seguir aguantando los envites de generaciones posteriores con tenistas de gran talento, a los que muchos aficionados no reconocen méritos por no ser capaces de haber sacado hace tiempo de la pista a estos viejos rockeros. Hablo de los Goffin, Thiem, Dimitrov, Zverev, Nishikori, Raonic, Tsitsipas, Carreño, Coric…

El tenis se ha endurecido mucho en los últimos años. La mejora de los materiales, que invitaba a pensar en puntos más cortos, se ha confirmado en lo contrario, gracias a las mejoras evidentes en la alimentación, medicina deportiva y preparación física de los tenistas. Hoy asistimos con naturalidad a partidos durísimos a cinco sets en los que la precisión en los tiros apenas desaparece. Y al contrario de lo que muchos piensan, la precisión depende de las piernas, el fuelle y la resistencia a la fatiga mental. No de la mano que empuña la raqueta.

Además, el tenis no es ajeno al desarrollo de la sociedad y es obvio que las nuevas generaciones de hoy, sin que esto sea crítica sino descripción, alcanzan la madurez más tarde. Esto mismo se aprecia en los futuros campeones (crecieron más protegidos por sus entornos y el propio tiempo que les ha tocado vivir), que además se enfrentan a tipos tan buenos o mejores que ellos, con infinita experiencia y con una resistencia física que nunca antes existió superada incluso la barrera de los treinta años. A estos es imposible que les sorprenda un chaval de 16 años por muy bueno, joven y fuerte que sea. Cosa que sí pasaba con facilidad tiempo atrás: Hewitt, Nadal… Es más, ninguno de los tres encaja nunca derrotas aplastantes ni en un mal día.

Eso explica que de los últimos 55 grandes títulos, 50 se los hayan repartido ellos tres junto a Murray, en el mal llamado Big Four. Sólo Del Potro (US Open 2009), Wawrinka (Australia 2014, Roland Garros 2015 y US Open 2016) y Cilic (US Open 2015) han sido capaces de pescar algo. Desde el 2004, Federer (20), Nadal (17) y Djokovic (14) han ganado el 83,3% de los 60 torneos de Gran Slam disputados hasta la fecha. Un dato que no sólo recalca la dudosa etiqueta de Big Four, sino que si se analiza a quienes sí consiguieron desafiar el poder establecido, se descubre que pertenecen a su misma generación (en tenis las generaciones van de 3 en 3 años). Aislando en este punto a Federer, nacido en 1981, tanto Wawrinka (1985) como Murray (1987), Cilic (1988) y Del Potro (1988) han crecido midiéndose a Nadal (1986) y Djokovic (1987). El propio serbio reconoció ayer en rueda de prensa, que a pesar de haberlo lamentado durante años, la rivalidad con Rafa y Roger le ha empujado a ser mucho mejor tenista y a poder tener hoy catorce grandes en su palmarés. Por todo ello los tres tienen el llamado Grand Slam de Carrera, pero ninguno ha podido conseguir el auténtico Grand Slam [Gráfico]

Las molestias de Nadal vuelven a disparar las alarmas

A Nadal le apartaron de la gran final un gran Del Potro y las molestias de su rodilla. El argentino me pareció más superior de lo que reflejó el marcador en la primera manga, mientras Nadal pudo competir con ciertas garantías. Luego, el peor de los presagios se tornó realidad. Nadal abandonaba el partido para evitar males mayores. Con el alma rota. Rafa no sabe rendirse, ni dejar de intentarlo. Eso le hace ser tan grande y levantarse una y otra vez que afronta una adversidad. Había preparado bien el torneo, dejaba buenas sensaciones y tenía en mente acabar como número uno a final de año. Y otra vez tiene que parar, alejarse de la competición para sanarse. Con el esfuerzo extra que ello comporta. De momento se pierde la Davis y las pruebas irán despejando los plazos. Esperemos que pueda disputar con garantías el ATP Finals (su gran cuenta pendiente) y la propia final de la Davis si la hubiera.

Lo más increíble es su capacidad para convertir los momentos malos en oportunidades para ser un competidor más temible. Siempre vuelve mejor, con renovadas ganas de seguir disfrutando de un deporte que le ha dado todo. Pese a convivir con el dolor. El caso de Nadal explica a la perfección la exigencia del circuito hoy. Un circuito más duro que nunca: hay más torneos, rivales peligrosos en cualquier ronda, una exigencia física sin precedentes en el tenis, pistas más grandes, puntos mucho más largos y con intercambios más potentes... que cargan las piernas de kilómetros y apoyos poco recomendables que acaban en lesiones de rodilla, espalda, hombros, codos, caderas... incluso entre los más jóvenes. Detrás de ello hay importantes evoluciones en la técnica de golpeo y la táctica del juego. Además de saber atacar hay que saber defenderse mejor que nunca. Lo que debe subrayar más si cabe el mérito del triunvirato que domina el circuito desde hace años. Por suerte Nadal seguirá regalándonos domingos felices.

El triste adiós de Ferrer

Un grande de tenis español disputó su último partido en un grande. El destino quiso que en esa última aventura le despidiese Nadal. Pero lo más doloroso fue tener que salir de la pista antes de tiempo y lesionado. Seguro que no lo imaginó así. El mérito de David Ferrer tiende a infinito. La naturaleza no le dotó de la altura o la potencia de otros. Pero sí de un coraje y amor propio envidiables. Lo que unido a una disciplina espartana, le ha permitido codearse con los mejores durante mucho tiempo. El mejor del siguiente escalón durante años. Nunca olvidaré un final de entrenamiento en la Copa Davis de Las Ventas, en el que de colofón se marcó un cubo entero de bolas golpeando de derecha y revés pelotas lentas desde los pasillos de dobles. Sin respiro. Desde la pista de atrás le jaleaban Feliciano y Verdasco (a los que acompañaban como sparrings Marc López y M;arcel Granollers si la memoria no me traiciona), entre risas y exclamaciones de admiración. ¡Menuda máquina!

Este año y el siguiente seguirá jugando. Pero ya sin más objetivo que rendir homenaje a aquellos torneos que le marcaron: la Copa Hopman, Auckland, Buenos Aires, Acapulco, Barcelona y Madrid. Si pueden no lo duden y acérquense a darle el homenaje que se merece.

Grave error de Serena Williams

Vaya por delante mi admiración hacia Serena Williams. Su ejemplo sirve de inspiración a muchos tenistas, hombres y mujeres, y a millones de niños en todo el planeta. Precisamente por eso creo que se equivocó gravemente con su comportamiento en la final femenina del US Open. La menor de las Williams, que aspiraba a su vigesimocuarto Grand Slam, pagó su frustración con el juez de silla Carlos Ramos, al que faltó al respeto, gritó e incluso llamó ‘ladrón’. Evidentemente, sabía que a su favor tenía el público y una rival joven y desconocida que no se atrevería a recriminarle que acabase con su momento de gloria. Naomi Osaka no disfrutó del protagonismo que merecía como justa campeona del torneo. Se enfrentaba a su ídolo, una de las mejores de todos los tiempos, que acabó afeando su fiesta.

Lo peor de todo me pareció su forma de mezclar el sexismo para justificar una sanción reglamentaria irreprochable. Episodios ridículos como las declaraciones recientes sobre su vestimenta en su vuelta al circuito tras su maternidad, comentadas en el post anterior en el post anterior de este blog, y que no tienen justificación, no han ayudado a la norteamericana. Y Serena acabó confundiendo la velocidad con el tocino y metiendo a su hija por en medio para darle más emotividad a su discurso. Luego es opinable si Carlos Ramos podía haber hecho algo más para no despertar a la bestia. Pero su trabajo consiste en aplicar un reglamente que debe ser para todos igual, por muchas copas que uno tenga en la vitrina de casa. Tampoco es el primer exceso verbal de Serena, que ya ha protagonizado otros momentos para el olvido con jueces de silla o de línea.

A día de hoy los jueces siguen siendo esenciales en el tenis, por lo que merecen el mismo respeto que los propios jugadores. Lo peor es que de fondo se atisba una realidad preocupante: el desconocimiento del reglamento por parte de los jugadores y jugadoras. Suena incluso pueril cuando se dedican al 100% a su trabajo. Patrick Mouratoglou hizo coaching (él mismo lo reconoció) y Ramos lo advirtió y lo sancionó. No aplica por tanto argumentar que es práctica común o que deberían sancionar a otros también. Tampoco se penalizan todas las infracciones de tráfico, ni se atrapan a todos los delicuentes. Pero ello no exime de la multa o la sanción cuando uno es ‘cazado’.

Además está el tema de la gestión del ego y de la frustración de los deportistas, que en ocasiones pierden el contacto con la realidad por la fama y trascendencia de sus hazañas. Pero esto no es nuevo y la historia del tenis está plagada de genios que estuvieron peleando con el mundo, con Connors y McEnroe a la cabeza.

De las lágrimas de Naomi Osaka a un circuito WTA poco competitivo

La joven japonesa acabó pidiendo perdón al público por haber ganado. Surrealista. El momento más obsceno de todos. Hasta la propia Serena tuvo que pedir al respetable que dejase de abuchear durante la entrega de premios. Ceremonia en la que la organización evitó premiar al juez de silla como es costumbre. Insisto en que Ramos hizo bien su trabajo y no entiendo ese desaire. Pero una cosa son las reacciones en caliente, siempre entendibles, y otra los análisis posteriores. La ausencia de crítica en la prensa norteamericana y en la propia WTA, que parece haber comprado el argumentario sexista, son más preocupantes aún. Parece como si se entendiera de forma natural que Osaka no es igual de importante que Serena. El caso es que ella ganó el título, algo histórico para su país, pero medio mundo solo habla de su rival. Serena debe ser la que pida disculpas en público a Osaka y a Ramos, casualmente a quien ella se lo exigía a gritos en sentido contrario.

Naomi Osaka se une al grupo de talentosas tenistas que han logrado ganar un grande en los últimos años. Al contrario que en el circuito masculino, aquí sí está la gloria más repartida. Pero esto no es precisamente síntoma de que el circuito sea mejor. Casi nadie conoce los nombres de las treinta primeras del ranking, ni es fácil distinguir distintos tipos de juego o personalidades en la pista. Aunque hay ilustres excepciones como la propia Serena, Halep, Wozniacki, Kvitova... Un circuito que hicieron grandes rivalidades como las protagonizadas por Navratilova y Evert, Graff con Arantxa Sánchez o Seles, Serena-Henin... Esperemos que Osaka haya llegado para quedarse por el bien del circuito femenino, argumentos tenísticos tiene de sobra.