Match Ball

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Autor: Matchball

MATCH BALL

¿Por qué llamarlo "inadecuado" cuando quiere decir "machismo"?

El sentido común no se aplicó con Alizé Cornet durante su partido frente a Johanna Larsson en el US Open. No enseñó nada que pudiese escandalizar.

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Serena Williams, en acción con el mono negro.
CHRISTIAN HARTMANN REUTERS

Me presento, para no engañar a nadie. Soy árbitra de tenis. Y sí, lo he escrito bien, como lo recoge la RAE y como quiero que se lea, porque engloba las dos perspectivas desde las que deseo expresarme, la de mujer y la de persona que cuida de la aplicación del reglamento, sanciona las infracciones o fallos y valida los resultados desde la silla. Pero ojo, con sentido común.

Esto, que parece una verdad de Perogrullo, a veces se nos pasa por alto a los jueces. Dos ejemplos que se repiten cuando empiezas a arbitrar, siempre a niños al principio, ayudan a verlo claro.

1. Se juega un torneo y ponemos que cerramos la oficina de inscripción a las 14:00. Si un niño llega a las 14:01, ¿se le admite? "Hombre, por un minuto...", pensarán algunos. Encima nos dicen sus papás que han pillado atasco. Vaya, nos da lástima. ¿Qué hacemos? No se le admite. La razón es que si admites esto, ¿dónde pones el límite? ¿Admites a uno que llega un cuarto de hora después porque ha pinchado? ¿A otro que llega una media hora tarde porque tenía un examen? No, las reglas son las mismas para todos. A ti, como juez, te da igual recoger su inscripción porque sigues trabajando en la oficina y no te supone un gran esfuerzo, pero ¿qué pasa con los niños que sí han cumplido las normas? ¿Y si el jugador al que has admitido de forma no reglamentaria luego llega a la final y gana al que sí tramitó en tiempo? Estás perjudicando al que lo ha hecho correctamente, ergo, cumple y haz cumplir las normas.

2. El código recoge claramente cómo no debe vestir un participante en un torneo. Pero siempre llega algún niño con un pantalón del Real Madrid o con su camiseta de propaganda de Talleres Paco. ¿Descalificas a todos los niños por no vestir adecuadamente? No. Bastante hacen con pagar sus desplazamientos, sus clases, etc., como para poner de su bolsillo caras equipaciones. Un niño con manga larga o con dibujos en el pantalón no va a distraer al rival, el juego va a ser igual de justo para ambos. ¿Qué puedes hacer? Acercarte, explicarle que hay un código sobre la ropa y que se ha de respetar, que basta con que el próximo día se ponga una camiseta y un pantalón sin estampaciones.

En esto consiste el sentido común. Y fue lo que no se aplicó con Alizé Cornet durante su partido frente a Johanna Larsson en el US Open. Había una alta temperatura y una elevada humedad, lo que provoca que la sensación térmica sea mayor. Tras el descanso, la francesa se percató de que llevaba la camiseta al revés, se acercó al fondo, y contra la pared le dio rápido la vuelta a la ropa para no incumplir algo fundamental en el tenis, el juego continuo. Lo hizo rauda, consciente de que llevaba un top amplio debajo y de que no se vería nada. El umpire le dedicó un warning. Ojo, por exhibicionismo, una norma propia del grand slam. ¿Exhibió algo ella? No. ¿Y qué es lo peor? Que el torso se lo hemos visto una y mil veces a Roger Federer, a Novak Djokovic y a cualquier tenista que tenga calor, le moleste la prenda y la cambie por otra. Es más, cambiándose sin pudor en el banco, ni siquiera tapándose. Pero claro, es que esta norma no existe para los hombres. Y, por cierto, ¿es menos malo verles las bragas a las tenistas cuando saltan para golpear que un top bien ancho y discreto?

¿Qué te dice el sentido común? Primero, que es machista, no tiene razón de ser una norma así. Segundo, que no enseñó nada que pudiese escandalizar, así que no se le canta ninguna infracción. Igual que no todas las veces que se tira una raqueta al suelo se amonesta. Porque hay que pensar a la hora de arbitrar, si tiras una raqueta sin control que puede salir rebotada y herir a un aficionado no es lo mismo que si la tiras por frustración y la estás manejando para que no haya consecuencias.

Desde mi punto de vista, aquí simplemente hay machismo. Es la clave. El árbitro fue demasiado fiel al código, no se le puede reprochar (aunque tuviese opción), pero esa norma no puede aplicarse en cualquier caso, y menos solo para mujeres. Y justo pasa ahora, que acabamos de salir de otra polémica: el rechazo Bernard Giudicelli, presidente de la Federación Francesa de Tenis, a que Serena Williams vuelva a vestir un mono como el que llevó en Roland Garros este año. El que ella definió como el traje de superheroína.

Una forma de hablar y darle bola a su proeza, porque Serena es posiblemente la mejor tenista de la historia y se puede permitir decir cosas así. Pero en realidad ese traje escondía otro tema mucho más importante: su salud.

La menor de las Williams estuvo al borde de la muerte hace unos años cuando tuvo un coágulo pulmonar. Y en 2017 dio a luz a su primera hija, tras ganar el Abierto de Australia embarazada. Lo que iba a ser un parto natural terminó en cesárea porque el bebé sufría estrés. Y después de eso, ella, que conoce bien su cuerpo, guio a los médicos para que le tratasen el coágulo pulmonar que estaba sufriendo horas después de dar a luz. Problemas que afectaron también a sus piernas. De ahí el mono que llevó en Roland Garros, y de ahí las medias que tuvo que ponerse en Wimbledon después.

¿A quién puede molestar esto para pedir respeto o decoro? ¿Son acaso más elegantes los pantalones pirata que lucía Rafael Nadal? Para un deporte como el tenis, tan arraigado a la tradición, quizá sea eso más una provocación. ¿Y qué me dicen de la peluca de Andre Agassi? Como rival, ver ese peluquín moverse me distraería más. Lo de Serena simplemente era por salud. Porque bastante tenía ella con deber perder los kilos cogidos para llevar a su hija en la tripa o recuperar la forma, e incluso su puesto en la clasificación WTA, porque no olvidemos que no hay ranking protegido para las madres. Problemas que, por cierto, no tienen los hombres en este deporte. Miren a Federer, va por su segundo par de gemelos y lo peor que le pasó fue dormir poco.