Este equipo está gafado en la pronunciación de locutores y comentaristas. No tiene sentido decir una parte de la sigla en español y la otra en francés
Su riqueza léxica acompañó a quienes aprendíamos a hablar y a pensar. No le faltaban el humor y la ironía, sobre todo en sus narraciones para el NO-DO.
Su riqueza léxica acompañó a quienes aprendíamos a hablar y a pensar. No le faltaban el humor y la ironía, sobre todo en sus narraciones para el NO-DO.
Hay que distinguir entre “ver”, “mirar” y “observar”. No se usa bien el verbo cuando se dice “Keylor observa cómo el balón entra en su meta”.
Hay que distinguir entre “ver”, “mirar” y “observar”. No se usa bien el verbo cuando se dice “Keylor observa cómo el balón entra en su meta”.
Todo lo peligroso es potencial, y por eso los comisarios del Dakar incurrieron en pleonasmo. “Los defectos de forma alegados por Sainz podrían añadir los de lenguaje”.
Todo lo peligroso es potencial, y por eso los comisarios del Dakar incurrieron en pleonasmo. “Los defectos de forma alegados por Sainz podrían añadir los de lenguaje”.
Los periodistas han ido cuidando el léxico de la violencia en los últimos años. “Revancha” o “desquite” son preferibles frente a “venganza”.
Los periodistas han ido cuidando el léxico de la violencia en los últimos años. “Revancha” o “desquite” son preferibles frente a “venganza”.
El Diccionario no recoge significados que respalden una oración como “se la come el portero”. No estamos ante un problema de incorrección, sino de estilo.
Antes de que se inventara este modismo, un corredor llegaba el segundo, lograba el tercer puesto, ocupaba la cuarta plaza.
El origen de ese sustantivo y adjetivo tiene que ver con el agua. En el lenguaje deportivo ha conseguido desplazar al término “enemigo”.
Los diminutivos pueden reflejar tamaño, afecto… o desprecio. Quevedo llamaba a Góngora “Gongorilla”, y éste a Lope de Vega “Lopillo”.
Esa línea ha acogido palabras en español como “medio centro”, “centrojás”, “jases”, “volantes”, “carrileros”... Quizá eso de “medio” suene antiguo, pero el fútbol de hoy incorpora con naturalidad los términos clásicos
Algunos se preguntarán con razón cómo podría haberse roto Sergio Ramos los huesos ajenos. Quizá el público cree que se trata de una redundancia más.
El jugador titular es el que se alinea habitualmente en el once inicial. No tiene sentido decir que un jugador “es hoy titular”.
La acentuación esdrújula “márchamo” no es correcta. Esta palabra procede del árabe, donde significaba “hierro para marcar”
Los futbolistas no han de salvar ningún impedimento para salir a jugar. Una zanja que rodeaba el terreno de juego está en el origen de esta expresión.
Se trata de un pleonasmo como “hoguera de fuego” o “aro redondo”. Es más ruidoso un pitido que un silbido, y por eso no decimos “silbada”.
Esta expresión empezó a usarse en los años cuarenta del siglo XX. Es perfectamente correcta, pero el Diccionario de la Academia no la recoge.
La Academia prefiere la forma esdrújula pero no rechaza la otra. El origen de la palabra tiene que ver con la madera seca.
En los años cincuenta se decía “jugar al balón”, antes de que se impusiera el anglicismo “fútbol”. También se empleaba “pelotón”, como en la famosa frase de Belauste en 1920.
Cualquier hispanohablante competente sabe que ahí hace falta un subjuntivo. Se necesitan creativos dispuestos a componer musicales originales y letras correctas.
El sufijo “-azo” ha sido muy fecundo en el lenguaje periodístico. En México y Argentina se dice “alberca” y “pileta”, un freno para la expresión española.
La pronunciación más aproximada de “Germain” no es la que suelen usar los periodistas. Lo curioso es que en la mayoría de los casos se dice bien “San” (por Saint)