El ‘París San Yermén’

Nadie tiene la obligación de saber todos los idiomas del mundo, pero un periodista sí debiera sentir interés hacia las palabras extranjeras que maneja cada día. La mayoría de los narradores españoles descubrió que Koeman se pronunciaba “Kuman” cuando el jugador holandés ya llevaba meses en España; Kluivert casi nunca fue llamado “Klaivert” ni Cruyff oyó aquí el correcto “Craif” del holandés; y todavía muchos llaman “Maikel” al futbolista Laudrup o al piloto Schumacher, cuando sus nombres en danés y en alemán suenan más próximos a “Míjael” que a la pronunciación que les correspondería si fueran ingleses o norteamericanos.

Ante la insistencia de nuestro periodismo en decir todo a la española o a la inglesa, algunos de los deportistas extranjeros que pasaron años entre nosotros acabaron asumiendo con humor la castiza forma de citar su nombre, y hasta se presentaban a sí mismos con su nuevo apelativo, a fin de facilitar las cosas.

En estas últimas semanas ha poblado los medios informativos el nombre “Paris San Yermén”, así pronunciado.

Es cierto que en francés la unión de la vocal “a” con su hermana la “i” (ai) da en la mayoría de los términos el sonido “e”. Así sucede por ejemplo en “maison” (casa), que suena como si nos refiriéramos a un “mesón” de los nuestros pero sin que ello implique el despacho de viandas ni manjares. Sin embargo, esa misma unión de vocales (ai) se pronuncia de otra manera cuando se forma la sílaba ‘ain’ en un masculino. Así sucede con Alain (‘Alán’), por ejemplo (y que Alain Prost perdone a los periodistas hispanos de su época); o con “le pain” (‘le pan’: el pan).

Por tanto, y dando por bueno que pronunciamos ‘París’ y no ‘Paguí’, la forma más adecuada para nombrar al Paris Saint Germain es ‘París San Yermán’ (el ‘Saint’ se suele decir bien). Porque si en vez de ‘Yermán’ se pronuncia ‘Yermén”, no se está nombrando a un santo, sino a una santa: Santa Germana.

Y hablamos, lógicamente, de pronunciaciones aproximadas y a partir de la fonología del español, pues los fonemas no son equivalentes en todos esos idiomas.

Lo malo de estos errores es que, transcurridos unos años con la mala pronunciación asentada, se hará difícil tener el arrojo de empezar con la correcta, porque a muchos les parecerá una marcianada. Sólo quienes tengan mucha seguridad en sí mismos aguantarán el tirón.

Ay, pobres, que Sant Germain los acoja.