Huesos propios y huesos ajenos

Sergio Ramos se rompió “los huesos propios de la nariz”, y esa expresión habrá despertado ciertas dudas. Unos se preguntarán con razón cómo podría haberse roto el defensa central madridista los huesos ajenos; y otros podrán contestarles que en realidad tal propiedad ósea no le corresponde al futbolista, sino a su mismísima nariz.

Quizás parte del público piense en ambos casos que se tratará de una redundancia más de las que acostumbran a usar algunos informadores. O sea, que del mismo modo que dicen “se lesionó en su tobillo derecho”, “se duele de su mano izquierda” o “se toca su cara”, ahora les ha dado por incurrir en el pleonasmo de los famosos huesos propios.

Esta expresión viene de lejos en Medicina, y se puede hallar en tratados anatómicos del siglo XIX. Por ejemplo, el doctor Julián Calleja y Sánchez la incluye en su Compendio de anatomía descriptiva y de embriología humanas, publicado en 1870; y también aparece en libros antiguos de veterinaria, y más concretamente en lo que se refiere a los caballos.

Efectivamente, en la ciencia anatómica de personas y animales se denomina “huesos propios” a los dos que forman propiamente la nariz. ¿Y por qué “propios”? Pues por la costumbre. Porque tal denominación no implica una distinción entre unos huesos propios de la nariz y otros que podrían no serlo.

Y si no se trata de distinguir entre “huesos propios” y “huesos impropios”, tal adjetivo no tiene sentido. De hecho, los médicos hablan de los “huesos propios de la nariz”, pero no dicen “los huesos propios nasales” sino “los huesos nasales”. Sin más.

En fin, para resumir tanto lío bien podría hablarse de ellos como “esos huesos de las narices”.

Si no quisiéramos acudir a ninguna de las innumerables expresiones vulgares relacionadas con el aparato olfativo, podríamos exclamar “¡estoy hasta los huesos propios de los árbitros!” o “¡me tienes hasta los huesos propios!”, pongamos por caso.

Y también quedarían más elegantes y científicas unas fórmulas como “ese juez de línea no ve más allá de sus huesos propios”, “me ha restregado la goleada por los huesos propios”, “deja ya de meter los huesos propios donde no debes”, “se quedó con un palmo de huesos propios” o “no me gusta que te pases el día tocándote los huesos propios”.

Pero ya sin tanto rodeo, lo que sí se puede expresar con precisión es que a Sergio Ramos se le hincharon las narices.