CORONAVIRUS
Las secuelas más desconocidas del coronavirus
Ahogamiento, brotes psicóticos o pérdida de movilidad son algunos de los síntomas que deja la enfermedad, sin distinguir entre edades.
El coronavirus se ha convertido sin duda en el gran protagonista de 2020. Desde que se registraran los primeros casos en Wuhan (China) y se propagara con gran rapidez por todo el mundo, se han ido conociendo poco a poco algunos de sus síntomas o secuelas para aquellos que sufren la enfermedad.
Algunos de sus efectos son aún desconocidos, puesto que la infección es multisistémica y afecta a todos los órganos. En un reportaje publicado en la Cadena Ser, varios jóvenes cuentan en primera persona algunas de las consecuencias que han sufrido.
Para toda la vida
Alberto Zúñiga, deportista habitual, ha visto como su capacidad pulmonar se ha reducido en un 60%: "Nos pensamos como jóvenes que no nos afecta o que lo pasamos de forma asintomática y ni te enteras. Pues no. Los jóvenes también podemos pasarlo mal y tener secuelas irreversibles. Noto que me ahogo, que no puedo respirar, se me acelera el corazón y tengo que parar a nada que hago".
Estos indicios pueden afectar al sistema respiratorio, locomotor, a los conectores neurológicos, producir accidentes cardiovasculares y pericarditis, cuadros de encefalopatía, insuficiencia renal, alteraciones de la función hepática, al tubo digestivo, e incluso al sistema endocrino o los síntomas más frecuentes como la disnea y la pérdida de gusto y olfato.
Por ello, Raquel Carrillo, doctora de Medicina Interna del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, ha alertado que "muchas secuelas no tienen pinta de remitir con el tiempo, sino que serán de por vida".
Infartos
Rafa Domínguez superó la enfermedad de forma asintomática, pero a los meses de haberse recuperado, comenzó a sufrir dolores en el pecho, taquicardias descontroladas y llegó a pensar que le daban infartos al sentir punciones en el hombro izquierdo.
"A los tres meses empecé a despertarme con dolores muy fuertes en el pecho y cuando tosía se intensificaban más. No podía acostarme de lado porque me moría e incluso llegué a pensar que me daban infartos por el dolor del hombro. Fui al médico, me hicieron pruebas y me dijeron que eran síntomas residuales del COVID-19 y yo no entendía nada porque no me había enterado ni de que había tenido el coronavirus", explica.
Ana Miranda también sufrió consecuencias similares, llegando incluso a convulsionar: "Cuando empecé a tener síntomas de coronavirus era tos y fiebre. Lo pasé aislada porque vivo con mis padres que son mayores y tenía miedo de poder contagiarlos, pero enseguida me recuperé aparentemente bien y sin secuelas", subraya. Pero a las pocas semanas empezó a notar taquicardias y arritmias acompañadas de hormigueo en las extremidades y debilidad muscular, con un consecuente trombo venoso en la pierna.
Dificultad al caminar
El joven donostiarra Antón Ramírez sufre atrofia muscular que le afecta a las células esqueléticas, lo que le provoca parálisis del sistema locomotor: "Empecé con síntomas normales del coronavirus, pero a medida que pasaban las semanas sentía como me quedaba sin fuerzas y no podía casi ni levantarme de la cama. Me asusté mucho y marché al hospital".
"Tenía episodios de parálisis parcial en alguna parte del cuerpo. Iba andando y de repente notaba un hormigueo a lo bestia en la pierna y no podía seguir caminando", añade. Actualmente, no se ha recuperado y necesitará sesiones de rehabilitación para volver a coger la masa muscular perdida.
Trastornos psicológicos
Nabil Abdelkader también sufrió los efectos de la enfermedad, en su caso en el hígado, sufre dolores cerca de la vesícula y ha notado trastornos psicológicos más que molestias físicas: "Al final uno acaba tocado de la cabeza pensando qué me va a pasar, a qué me va afectar y en mi caso se me acentúo mucho en la cabeza, que pase por un periodo de ansiedad del que no me he recuperado".
"Cuando veo que algo en mi cuerpo no funciona como debería y noto que me cuesta algo más respirar, que de repente se me aceleran las pulsaciones sin ningún motivo, resurge esa parte de ansiedad y la hipocondría se me ha acentuado. No dejo de pensar si me puede volver a pasar, si puedo volver a coger el virus", asegura.
Dificultad para socializar
Por su parte, Miguel Alcalde sufrió calambres y hormigueo en la cara, lo que le llevó a autoconfinarse: "Físicamente me encontraba con fuerza, pero agotado psicológicamente". Pese a estar 44 días aislado, lo más complicado para él fue la dificultad para reconocer personas: "Fue duro que me costara volver a tocarlas, abrazarlas, los sentimientos, y sobre todo volver a socializar".
Afecta al gusto
Algunas de los efectos más conocidos desde un principio son la pérdida de olfato y el gusto. Precisamente, ese fue el caso de Julia Quiles, de 21 años: "La pérdida de estos sentidos se prolongó un mes y al recuperarlos, se me han distorsionado mucho los sabores".
"Alimentos como el café, el atún o el pollo, incluso la menta en la pasta de dientes, me saben a podrido y otros incluso a químicos. Es indescriptible", declara.
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