Todos los pacientes que superan la COVID-19 reciben una grandísima noticia, ya que superar cualquier enfermedad es siempre motivo de alegría. Más aún, si está provocando miles de muertos en muchas partes del planeta. Sin embargo, algunos expertos estadounidenses apuntan que podría tener consecuencias futuras en la salud de las enfermos. 

Problemas en el organismo

Uno de los efectos que provoca el contagio del coronavirus es una neumonía severa, que, en los casos más graves, puede provocar edemas pulmonares. Las alteraciones que produce en el organismo este tipo de infecciones pueden desencadenar en ataques cardiacos, derrame cerebral o problemas renales en un futuro. E incluso, las personas mayores, podrían tener más riesgo de padecer otro tipo de enfermedades graves o discapacidad, según el doctor Inouye, geriatra de la Escuela de Medicina de Harvard.

Consecuencias físicas

Otra de las secuelas que pueden aparecer en los pacientes es la atrofia muscular y debilidad debido a la falta de movilidad, según Dale Needham, médico de la Universidad de Johns Hopkins. La causa de estos problemas físicos sería debido al largo periodo de inactividad de los pacientes más graves que han tenido que estar ingresados en UCI, como le está ocurriendo a muchos de los contagiados por el coronavirus.

Para evitar estas consecuencias, se recomienda que, en la medida de lo posible, los enfermos muevan las extremidades cada cierto tiempo y eviten estar largos periodos de tiempo sin mover las partes de su cuerpo.

Secuelas psicológicas

Por último, están las secuelas psicológicas. Todas las emociones que se sufren durante la enfermedad -teniendo en cuenta además el aislamiento- puede provocar en algunas personas ansiedad, depresión o estrés postraumático. De hecho, hay estudios que certificarían esos síntomas psicológicos en los enfermos que pasaron el SARS.

Problemas de memoria, delirio o síndrome confusional agudo también pueden ser otras consecuencias para los pacientes que hayan estado infectados por el coronavirus. La enfermedad podría limitar el flujo sanguíneo que llega al cerebro, matando "células cerebrales" que causarían estos problemas. Esta tesis la respalda el médico E. Wesley Ely, que también respalda la posibilidad que "la ingesta de gran cantidad de calmantes también produzcan problemas psicológicos en el futuro".