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La Indy 500 puede esperar

Fernando Alonso se quedó este domingo muy lejos de la lucha por la victoria en las 500 Millas de Indianápolis, en el puesto 21 y con vuelta pérdida, y, en consecuencia, de su desafío de completar la Triple Corona, en la que ya tiene fundidas las otras dos joyas: el GP de Mónaco y las 24 Horas de Le Mans. El nuevo tropiezo del asturiano en el óvalo aplaza el reto, al menos, hasta la temporada 2023, porque los dos próximos años los tiene firmados con Renault en la Fórmula 1. En un calendario tradicional, sin las convulsiones de la pandemia, la Indy 500 coincide con Montecarlo. Y si bien es cierto que en 2017 logró el permiso de McLaren para poder probar la aventura en plena temporada de la F1, no hay nada que justifique en estos momentos una maniobra similar. La Indy puede esperar.

Aquella vez sí acarició la victoria. Entonces integró el mejor equipo, el Andretti Sport, lo que le permitió salir quinto y liderar la carrera, hasta que el motor dijo basta. Sus otras dos presencias han resultado un desastre, especialmente el año pasado, cuando se quedó fuera de los 33 participantes. Este domingo, al menos, terminó por primera vez, aunque a empujones. El embrague falló tras haber remontado hasta la 15ª plaza. Difícilmente hubiera podido luchar en cabeza, pero esa progresión siempre dejará la duda. Alonso tiene ahora dos años para pensar si merece la pena competir en la meca de la Indy en estas condiciones. La calidad individual no lo es todo. Fernando ha visto ganar dos veces a Takuma Sato, con quien coincidió en la F1, donde el nipón logró un tercero como mejor resultado. La experiencia en la IndyCar gana carreras. Y el coche. El japonés lleva un motor Honda, igual que los cuatro primeros. La misma marca que vetó a Alonso por desaires anteriores. El español puede ganar la Indy 500, sin duda, pero no de cualquier manera. Hay tiempo para reflexionar sobre ello.