Un rotundo fracaso para Alonso
El proyecto McLaren Indy de Fernando Alonso ha sido un rotundo fracaso. No entrar en la parrilla de 33 coches que disputará el domingo las 500 Millas de Indianápolis es un descalabro para un piloto con el currículo y la calidad del asturiano, y para una marca que se presume entre las mejores del mundo. Es obvio que Alonso no debe cargar con la responsabilidad plena del desastre, porque a nadie se le ocurre pensar que estos 33 competidores que le han precedido son mejores que el doble campeón de la Fórmula 1. La prueba la tuvimos hace dos años, cuando Alonso llegó a la Indy como novato y partió desde la quinta plaza. Entonces, eso sí, llevaba uno de los mejores volantes del certamen con el equipo Andretti. La clave de la hecatombe está principalmente ahí, en la chapuza de coche que ha gestionado McLaren.
No ha sido una cuestión de motor, porque Chevrolet ha copado las primeras plazas de la clasificación. La decisión pésima ha sido asociarse al equipo Carlin, que también ha copado posiciones, pero por detrás: los tres eliminados. El coche ya empezó mal y, para colmo, Alonso sufrió un accidente. El retraso en solucionar el problema y las improvisaciones posteriores demuestran que McLaren no estaba preparado para este reto, bien por incapacidad, o bien porque subestimó la importancia de la Indy 500. McLaren ha pedido disculpas al piloto, lógico. Pero llegados a este punto, Alonso también acarrea sus propias responsabilidades. Surgen dos sombras. Primero, por qué no estuvo más encima en el desarrollo del coche. Y, sobre todo, por qué continúa trabajando con una marca que no para de manchar su carrera.