Nadal y Djokovic, ejemplo y pasión

La nueva Copa Davis llega a las semifinales. Y lo hace sin Novak Djokovic, el número dos del mundo, una ausencia notable en la que quiero centrar esta columna, independientemente del resultado de la España de Rafa Nadal. El equipo de Serbia vivió un drama, pero en su dolorosa derrota dejó un ejemplo para el deporte, un comportamiento digno y solidario. Después de perder tres bolas de partido en el dobles ante Rusia, Viktor Troicki se hundió entre lágrimas por lo que consideraba su responsabilidad. Djokovic ejerció de líder y consoló a su abatido compañero. Todo el equipo hizo piña, en la pista y en la rueda de prensa posterior, que emocionó hasta a los periodistas. La imagen demuestra el compromiso de una estrella mundial como Nole con el tenis, con su país y con el espíritu que pretende mantener la Davis, a pesar del cambio de formato. En general, esa misma implicación de Serbia se ha visto durante la semana en todas las selecciones, a excepción, quizá, de la sorprendente desgana de Francia.

Esta pasión de los tenistas, que alcanza su máxima expresión en dos líderes como Nadal y Djokovic, confirma la necesidad de la Davis, de una competición por países que aporta un plus que no existe en el circuito individual: el grupo, la solidaridad, la unión, la grada, la identidad... Una actitud que en estos días contrasta con otros dos grandes, Roger Federer y Alexander Zverev, que prefieren hacer caja con exhibiciones en Sudamérica, en lugar de envolverse en su bandera. Alguno hablará luego de la fatiga a final de temporada. El suizo se ha mostrado habitualmente pasota con la Davis, además de faltón con Piqué por ser un futbolista en el mundo del tenis. Y el alemán, crítico con el nuevo modelo. Los dos están en su derecho, pero aquí, en Madrid, el ejemplo lo dan otros.

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