Lydia Valentín ya es abanderada

A nueve meses de los Juegos, hemos encadenado dos eventos en AS. Como primer plato, un instructivo Desayuno Olímpico con Alejandro Blanco, el presidente del COE. Para el segundo, también sabroso, el Foro Camino a Tokio, con Lydia Valentín como principal protagonista.

Lydia hizo un amplio repaso de su trayectoria desde aquella niña de 15 años que puso rumbo de Camponaraya a Madrid para cumplir un sueño en un deporte tan complicado como la halterofilia. En los dos decenios que han transcurrido desde entonces, la berciana ha completado un palmarés estelar, con la colección olímpica (oro, plata y bronce) y con la Triple Corona (Mundial, Europeo y Juegos) completadas. Por si fuera poco, también tiene dos designaciones anuales como Mejor Halterófila del Mundo. Este deslumbrante historial ya sería motivo suficiente para convertirse en un referente en su disciplina y en el deporte femenino. Pero hay algo más que hace a Lydia una deportista especial: su honestidad. “Yo puedo dormir tranquila”, dijo en Alcobendas. Se refería, claro, al dopaje.

La historia es conocida, pero no está de más recordarla, por su ejemplaridad: Lydia heredó el oro de Londres 2012 y la plata de Pekín 2008, por la descalificación de sus rivales. Ya tiene las medallas que ganó con justicia, pero nunca recuperará la foto del podio, ni la emoción del momento, ni los titulares, ni los homenajes posteriores, ni parte de las becas y los contratos perdidos. La berciana lo sabe, pero ya no piensa en ello, prefiere mirar al futuro. “¿Qué foto te gustaría en Tokio?”, fue una de las preguntas del Foro. “En el podio”, respondió inicialmente. Luego se vio también como abanderada. Su candidatura es fuerte, pero si no se consuma, Lydia siempre ondeará otra bandera que nadie podrá quitarle, la bandera de la limpieza y la honestidad. Eso vale tanto como su radiante palmarés.

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