La indignación del kárate

El kárate ha aumentado sus quejas tras el anuncio de París 2024 de su exclusión de los Juegos en sustitución del breakdance. Como España es un referente mundial, aquí se han escuchado más fuerte. Lo han hecho sus dirigentes (Espinós, Moreno…), sus líderes deportivos (Sandra Sánchez y Damián Quintero)… Y también los jóvenes (Sergio Galán, Lidia Rodríguez…), que son los más perjudicados con una decisión que les cierra las puertas olímpicas del futuro. Más que valorar la conveniencia de la disciplina entrante, el kárate está indignado, y con razón, porque su deporte ha sido condenado antes de debutar y, en consecuencia, antes de haber tenido la oportunidad de mostrar su potencial. También ha dolido que el cambio venga de Francia, donde tiene una implantación importante, mayor que el baile.

Tokio 2020 será su primera presencia olímpica y, posiblemente, la última. El motivo es la tendencia del COI a abrirse a los mercados jóvenes. El kárate también tuvo un auge en los años 80, pero entonces no pudo recoger los frutos, porque no existían estos vaivenes de deportes y porque el taekwondo le ganó la partida desde Seúl 1988. El caso obliga a una seria reflexión del Comité Olímpico. No hay que poner barreras a los nuevos deportes, eso está claro. Pero convendría hacer una redefinición de qué es deporte, como ya escribí ayer. Y, sobre todo, plantear una profunda revisión de todas las disciplinas olímpicas, que deberían corresponderse con la realidad social. Hay deportes desfasados. Pongo el pentatlón moderno el primero de la lista, pero son varios más. El COI los conoce. Si hay que hacer limpia, que sea justa.

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