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Marc Márquez nunca frena

Sólo había un supuesto en el que Marc Márquez dependía de sí mismo para proclamarse campeón en Japón, en el que daba igual lo que hiciera su rival, Andrea Dovizioso. Si el catalán vencía en Motegi, el séptimo título mundial era suyo. Y eso hizo. No lo tenía nada fácil en la previa. Salía sexto, su peor puesto del año en la parrilla junto a Argentina e Italia, donde acabó 18º y 16º, con sanciones y accidentes en el camino. También sufrió el sábado una caída, la 18ª en lo que lleva de temporada. Los precedentes no auguraban ningún festejo. Pero el protagonista es Márquez, el mejor piloto de la historia a los 25 años de edad. Si se cae tanto es porque busca los límites. En un símil taurino: porque lidia con la verdad, al estilo de José Tomás. Y si tiene ese palmarés es por su inconformismo y por su ambición.

Marc partía con una buena red, porque si no se coronaba en Japón, todavía le quedaban tres oportunidades más. Podría haber competido tranquilo, sin asumir riesgos, pero entonces no habría sido Márquez. El ilerdense se colocó rápido en segunda posición, a rueda de Dovizioso. Le adelantó una vez en la vuelta 14, con susto incluido, porque se salió a la tierra. Luego volvió a rebasarle a falta de cuatro vueltas. El rival sintió la presión y rodó por los suelos. ‘Dovi, out’, le enseñó su equipo en un cartelón. Era su quinto título mundial en MotoGP, en sólo seis campañas. Ha igualado a Mick Doohan, un australiano que nos recuerda que esta categoría no siempre fue un España-Italia. Y ya ve únicamente por delante a Giacomo Agostini y Valentino Rossi. Márquez no va a frenar hasta superarles. Nunca frena.