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El nuevo Edén de Hazard

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La pesadilla ha terminado. Al menos esa es la esperanza, la ilusión y la convicción de Eden Hazard y la legión de leales seguidores que aún mantienen la fe en él y esperan su regreso por la puerta grande. Después de un calvario físico y mental de tres años, un círculo vicioso de lesiones, recaídas, dolores y molestias, el ‘7′ blanco está convencido de que el momento de su ansiada resurrección deportiva por fin ha llegado. Seguramente no será de un día para otro porque nadie tan duramente golpeado se levanta de la lona de un salto (Nadal queda fuera de esta premisa) pero su mente y su cuerpo están focalizados en recuperar la mejor versión del gran futbolista que quebraba cinturas, marcaba golazos y resultaba diferencial con el Chelsea en la Premier League antes de fichar por el Real Madrid. Quiere ser el Ave Fénix de Valdebebas. El belga se siente en deuda con todo el club y con la afición. Su inmenso deseo de convertirse en El Renacido lo devora por dentro pero también lo estimula en su desafío de levantar el vuelo de nuevo.

Su mensaje en Cibeles a finales de mayo, alentado por la euforia colectiva desatada durante la celebración de la Champions, tuvo una enorme carga de profundidad y recuperó a muchos feligreses que habían abandonado la religión hazardiana tiempo atrás. “El próximo año lo daré todo por vosotros”, se atrevió a decir ante el delirio de muchos fervientes madridistas y las dudas e incredulidad de otros, agnósticos e incluso ateos de la causa en cuestión. El cariñoso abrazo de sus compañeros tras el profético anuncio reflejó su integración en el vestuario y su compromiso con el equipo a pesar de su testimonial aportación durante esta trilogía maldita que le ha tocado afrontar desde su llegada a España.

Su historial clínico es archiconocido y el epicentro de su carrusel de lesiones también. La entrada de su compañero de selección Meunier en un Real Madrid-PSG de fase de grupos de Champions en noviembre de 2019 fue la chispa que originó el incendio y acabó con él en un quirófano de la clínica Carrell de Dallas para que el doctor Eugene Curry le fijase una placa a su dañado peroné derecho, ya debilitado por problemas anteriores. Superado el tiempo de rehabilitación y puesta a punto para regresar al césped, Hazard enseguida notó que algo no iba bien. Se sentía incómodo, tenía malas sensaciones de forma permanente y notaba que la placa salvadora se había convertido en un lastre físico y anímico. Era como jugar con plomo en las botas. Llegó a la conclusión de que quitársela sería la mejor opción pero los médicos no accedieron a ello porque no había argumentos científicos ni evidencias que avalasen la teoría del jugador, pues ese trozo de titanio servía para reforzar y proteger el frágil hueso reparado. El belga entendió que hasta que no se liberase de esa cadena no volvería a ser él mismo y emprendió una cruzada en la que acabó consiguiendo su objetivo. El 29 de marzo de este año el doctor José Palacios le retiró la placa maldita en el hospital La Zarzuela de Madrid. Los que lo conocen bien aseguran que ahí nació un nuevo Hazard.

En la posterior regeneración médica y futbolística del delantero ha habido factores esenciales a tener en cuenta. El primero de ellos, sin duda, ha sido su fisio de confianza. Lieven Maesschlack es su ángel de la guarda, su confidente y el depositario de sus esperanzas para volver a la cima. Veterano de 58 años, doctor honoris causa por la Universidad de Hasselt, con dilatada experiencia tratando a futbolistas, ciclistas y equipos como el Milán, es el jefe de fisioterapia de la Federación belga de fútbol y la persona que ha estado a su lado durante este verano antes de regresar a Madrid. El cuidado de su nutrición y la preparación con esmero durante las vacaciones, a diferencia de otros años, son un ejemplo de su cambio de mentalidad. La imagen de su silueta en el retorno fue una clara demostración de ello. El segundo factor ha sido la perfecta sinergia a nivel de servicios médicos entre la Federación belga y el Real. Con un reto común, se estableció una línea de colaboración plena que derivó en una simbiosis muy productiva para todos, especialmente para el jugador. Básico ha resultado también el apoyo incondicional del staff técnico de su selección, donde jamás se le ha discutido la capitanía ni sus galones sobre el campo a pesar de sus períodos de baja forma. Cada concentración le ha servido como refugio emocional y ha tenido un efecto terapéutico muy positivo sobre él. Además, se siente muy agradecido por el trato, la confianza y la paciencia de su club, desde el presidente (que ha estado a su lado en los peores momentos, visitándole incluso en el hospital tras quitarle la placa) hasta el último de los empleados.

Los técnicos que mejor lo conocen aseguran que ahora es un jugador sano de verdad y está en disposición de ofrecer el 100% de su talento. La continuidad será vital para afrontar ese último paso. Hasta ahora, en la gira americana y en su nueva posición, más centrado, sólo ha mostrado fogonazos, destellos de estrella fugaz que quiere volver a ser astro pero el madridismo le sigue esperando como el novio que se dio a la fuga recién consumada la boda. Lo que resulta evidente es que Hazard por fin ha encontrado un hábitat saludable y positivo en el que intentar recobrar la esencia perdida. Tal vez sea su última oportunidad para subirse de nuevo al tren del éxito pero, en su nuevo edén, se siente más esperanzado que nunca para lograrlo.