La maravilla infinita de Klopp

Que el Liverpool abrumara al Villarreal no es ninguna sorpresa, no por la condición futbolística de los de Emery, totalmente acreditada, sino por la verdadera dimensión del equipo de Klopp. El Liverpool vuelve a ser la máquina que era por los niveles de intensidad y juego constantes a los que somete a los rivales. Así lo hizo con un Villarreal que aguantó con cierto estoicismo en la primera parte, pero al que le cayó encima el peso de la realidad en la reanudación. El Liverpool propuso un ritmo de partido altísimo, como siempre, con una presión asfixiante que desmadejó por completo la tibia posesión amarilla y le permitió jugar con todo el bloque en campo contrario. Atacó por todos los lados, creó superioridades de mil formas distintas y lució una jerarquía incontenible en la recuperación. Su modo de expresarse es puro vanguardismo.

Emery organizó la resistencia bajo los mismos parámetros que contra la Juventus o el Bayern. Equipo corto, repliegue intensivo y la búsqueda de las transiciones. Se sostuvo de primeras por la aplicación colectiva, el control del espacio defensivo y la seguridad de Foyth. Pero el plan dio para poco, porque el Liverpool es mejor que los otros y porque el Villarreal fue incapaz de intimar con el balón. La titularidad conjunta de Chukwueze y Danjuma respondía a la idea de Emery de asaltar las espaldas de los laterales reds, pero para eso debía haber procurado una estrategia en los primeros pases que pudiera esquivar la presión de los de Klopp. El partido encorsetado que quería Emery nunca se jugó.

El Liverpool robó muy arriba y demostró una plenitud física excelente. Cuando recuperaba, llegaba el vendaval. Con Thiago en la manija, en un momento de madurez extraordinario al haberse alejado de aquellas filigranas demagógicas que le caracterizaban en otra época, movió rápido de un lado a otro. Siempre hay dinamismo de los jugadores que están por delante del balón. Salah y Luis Díaz alternaban entre dentro y fuera para dejar espacio a los proyectiles de Klopp: Alexander-Arnold y Robertson. Todo bajo un alto grado de precisión técnica y velocidad que desborda a cualquiera. La finura para conectar entre líneas, la rapidez para hallar al hombre liberado en el otro lado y las llegadas masivas a zona de finalización compusieron la partitura perfecta de un Liverpool que pasó por encima del Villarreal y solo le faltó algún gol más en su cuenta de resultados. Tal y como jugó, lo hubiera hecho con cualquiera. Fue una maravilla.

Pau Torres peca de blando

Salah recibe entre líneas bajo la vigilancia del central del Villarreal, que no le aprieta y retrocede dejando girar al jugador egipcio en la gestación del 2-0. Un central tiene que manejarse con agresividad en esas situaciones y Pau no lo hizo.

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