Tendremos enfrente a Benzema, Griezmann y Mbappé

Me gusta la Liga de Naciones. No ocupa fechas, utiliza las antes dedicadas a amistosos. Su fase de grupos ha sido un primer paso para ir estratificando el fútbol de selecciones en categorías, con ascensos y descensos, cosa que algún día habrá que trasladar a las fases clasificatorias de Eurocopa y Mundial para aliviar fechas y evitar partidos sin interés. Termina en una rápida fase final a cuatro, como la Eurocopa en sus primeros años. Y si nosotros llegamos a ella, y, dentro de ella, a la final tras eliminar a la campeona de Europa, pues mejor. Y, miel sobre hojuelas, la final (domingo, 20:45) la jugaremos contra la campeona del mundo.

Porque Francia ganó la otra semifinal a Bélgica, en un partido cargado de nombres que nos son familiares porque juegan aquí, o han jugado, o estamos a la espera de que vengan, como es el caso de Mbappé o de Bob Martínez, por los que suspiran Madrid y Barça. Partido soso en su primer tramo y muy animado después, gracias a los goles de Bélgica, marcados por Carrasco y Lukaku cuando se acercaba el descanso. Aquello parecía dar hecho el finalista, porque Francia, en la que faltó Kanté, jugaba con racanería y sin brío, y daba la impresión de que la tripleta Griezmann-Benzema-Mbappé mezclaba mal. Pocos apostaban por Francia en el descanso.

Pero Deschamps soltó la cadena, Francia se fue arriba y dio la vuelta al partido. Benzema puso la primera piedra con un reverso espléndido, entre cuatro defensas, sacando un gol de donde no lo había. El empate llegó con un penalti melón de Tielemans al patear locamente por detrás a Griezmann, que poco antes había malogrado un gol a pase de Mbappé tan difícil de fallar que precisó de los dos pies para ello. El vuelco definitivo llegó en el 90’, en cañonazo de Theo Hernández tras jugada rápida, no sin vivir antes Francia el susto de un gol anulado a Lukaku, vía VAR. Hermoso partido, preludio, esperemos, de una hermosa final. A por ella.

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