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La amarga lesión de Carolina

Uno de los momentos más dolorosos para un deportista de élite es sufrir una grave lesión camino de un gran objetivo, mucho más si la meta se otea cercana, y si encima se ubica en unos Juegos, donde las disciplinas menos profesionalizadas alcanzan su cénit y, muchas veces, justifican una trayectoria. Ya le ocurrió a Javier Gómez Noya a poco más de un mes de Río 2016, donde llegaba con aura de favorito y con el desafío de superar su plata de Londres 2012. Y ahora ha sido Carolina Marín quien ha tenido que pasar por esa triste experiencia a menos de dos meses de la inauguración de Tokio. La lesión que padeció el pasado viernes durante un entrenamiento ha confirmado los peores presagios: rotura del ligamento cruzado anterior y de los dos meniscos de la rodilla izquierda. Este jueves tendrá que pasar por el quirófano en Madrid, así que no podrá defender su oro olímpico en Japón. “No tengáis duda de que volveré”, ha escrito la triple campeona mundial. Carolina es así. Podrá ganar otra vez títulos, seguro que sí. El amargo problema es que ya nadie le devolverá Tokio 2020.

El suceso de Carolina es todavía más cruel por los precedentes. En 2019 se rompió el cruzado de la otra rodilla y estuvo siete meses en el dique seco. Aun así, logró regresar y ganar torneos. En 2020 sufrió el fallecimiento de su padre por un accidente, mientras la pandemia azotaba al deporte tanto como al resto de la sociedad. También resurgió. En este 2021 llevaba conquistados cuatro títulos sobre cinco posibles. El último de ellos fue el Europeo, que abría su trilogía de retos de la temporada. El siguiente era Tokio. Hay que tacharlo. Y el último asomaba del 29 de noviembre al 5 de diciembre: el Mundial de Huelva. Su casa. Quizá pueda llegar a tiempo, sobre todo si se confirma el aplazamiento propuesto para primavera de 2022. Caro se recuperará también de este duro golpe. Seguro. Pero nadie le devolverá estos Juegos.