La receta Ted Lasso

Seguimos viendo series por encima de nuestras posibilidades, las plataformas nos clavan un gol tras otro ante la pasividad de nuestras defensas, ávidas de entretenimiento a cualquier precio. Pero, cuando menos te lo esperas… ¡Bingo! Últimamente me planteo seriamente cómo habría resuelto los problemas futbolísticos del momento el bueno de Ted Lasso. Que el entrenador del AFC Richmond, una mezcla del Michael Scott de The Office y del padre de La casa de la pradera que solo ha adiestrado equipos de fútbol americano de tercera fila, haya conseguido poner el fútbol entre los finalistas de los Globos de Oro es definitivo. Nada puede escaparse a la disección de la realidad de un tipo no sabe una palabra de soccer pero se ha hecho un hueco en un equipo con más líos que la Lazio de las pistolas, un trasunto del Crystal Palace al que su presidenta despechada quiere descender para fastidiar al cabrón de su ex.

El entrenador Ted Lasso (Jason Sudeikis).Getty

¿Qué imaginativa solución sobre el futuro de Messi daría un visionario que define a los guardametas como esos tipos con las manos de Mickey Mouse? En una sociedad en la que, como dice Fran Lebowitz en Supongamos que Nueva York es una ciudad (la otra serie que no hay que perderse para ponerle humor a la próxima derrota de tu equipo) en las subastas de arte se aplaude más el precio final de venta que la obra maestra que se postula, este míster a contracorriente trataría de convencer al argentino de quedarse en el Barça ganado (mucho) menos con unas galletas de mantequilla caseras. Y además le guardaría la copia del contrato al nuevo presidente. Ted Lasso respetaría a Zidane, trataría las lesiones de Eden Hazard con un nuevo enfoque bio de las máquinas de vending de Valdebebas y pondría a Florentino y a Sergio Ramos a construir juntos un Lego del nuevo Bernabéu hasta que llegasen a un acuerdo. Alguien que coloca un buzón de sugerencias en el vestuario de su equipo podría incluso convencer a Simeone de que el Atlético es el único favorito de esta Liga. Porque solo un cachondo o un genio iluminado sería capaz de humanizar este fútbol que nos ha tocado vivir.

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